Campo de batallitas

El precoz reloj de cuco suizo que se fue con Dios

Johan Vonlanthen se convirtió en la Eurocopa de 2004 en el goleador más joven de la historia de la competición. Su carrera prometía, pero se cruzaron terceros hombres en su camino

Johan Vonlanthen, a la izquierda, durante el Suiza-Turquía de la Eurocopa de 2008.

Johan Vonlanthen, a la izquierda, durante el Suiza-Turquía de la Eurocopa de 2008. / Rungroj Yongrit / Efe

3
Se lee en minutos
Eloy Carrasco
Eloy Carrasco

Periodista

ver +

Recita Harry Lime, el personaje de ‘El tercer hombre’: “No seas cenizo. Recuerda lo que dijo no sé quién: en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, asesinatos, derramamiento de sangre... Pero también surgieron Miguel Ángel, Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor fraternal, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco! Hasta luego, Holly”.

Bien, la frase que describe el país de la Cruz Roja y los bancos oscuros como un lugar donde nunca pasa nada suena muy tajante en el vozarrón de Orson Welles, pero queda lejos de la realidad. Ni la historia de ese territorio ha sido siempre tan apacible ni el reloj del puntual pajarito cantor se inventó allí, sino en Alemania.

Huérfana de genios

La Suiza futbolística, en cambio, sí concuerda un poco más con el diagnóstico del sórdido Harry Lime. Sosegada y sin grandes emociones, huérfana de genios. De hecho, estos cuartos de final que se juega con España son terreno inexplorado, nunca en sus cinco Eurocopas había llegado tan lejos (y en Mundiales su techo es el mismo, en 1954 y ediciones anteriores). Hay una plata olímpica en 1924 como mayor cosecha. No parece mucho, pero tampoco es plan ponerse a bailar en su cara como hizo Pogba antes de hora.

Lo que sí tiene Suiza es una pequeña parcela en el pedestal de los casos únicos de la Eurocopa. En la edición de 2004, un muchacho llamado Johan Jarlín Vonlanthen Benavídez se convirtió en el goleador más joven en la historia del torneo, con 18 años y 141 días. Desde entonces, nadie de menos edad ha marcado, y de los que ahora quedan en liza, solo podría batir su récord el inglés Jude Bellingham, prodigio púber que apenas alcanzó la mayoría de edad el martes pasado.

Vonlanthen, además, presenta una biografía muy particular. Hijo de unos adolescentes colombianos, convivía en un apartamento con otros 11 familiares en la caribeña Santa Marta, y llegó a Europa a los 12 años, cuando su madre se casó con un suizo que se enamoró de ella durante unas vacaciones. A su padre biológico no lo conocía.

El sagrado sábado

Aunque se inició como portero porque adoraba el excéntrico estilo de Higuita, destacó enseguida como delantero en las filas del Young Boys de Berna, y allí ya mostró signos de su adicción a la precocidad: debutó en Primera División a los 15 años y marcó un gol antes que nadie, sendos récords nacionales. Dio luego un salto a una liga mayor y fue al PSV Eindhoven, donde conoció las emociones de la Champions League junto a exazulgranas como Cocu, Van Bommel y Affelay.

Sin embargo, un libro le cambió la vida. Para la mayoría de la gente, suele ser el libro de familia. Para Vonlanthen, fue la Biblia. Empezaron entonces a alterarse las metas del que se suponía un muy halagüeño trazado deportivo. La religión se interpuso en un aspecto determinante, en el que no quiso transigir: “Me enteré de que el sábado bíblico es el día de reposo. Cada vez se me hacía más difícil, sabía que estaba haciendo mal al jugar o trabajar el sábado”, declaró entonces a la revista colombiana ‘Cromos’. Como vestirse de corto en tan futbolero día turbaba su ánimo, la carrera se le fue haciendo naturalmente angosta, y tras dar tumbos por varios equipos en 2011 optó por regresar a su país natal.

La reaparición del padre

Noticias relacionadas

Quería respetar las sagradas escrituras y, además de Jesucristo, se le cruzó un tercer hombre, su padre, que dio señales de vida al saber de las proezas del hijo futbolista, una reaparición entre sospechas de oportunismo. Fichó por un club modesto, el Itagüí, que le permitió no jugar los sábados, aunque apenas duró media docena de partidos.

Al cabo de dos años, ya con una fe negociable y los asuntos familiares más o menos en orden, quiso reincorporarse a la alta competición. Volvió a Suiza, al Grasshopper, pero una lesión en una rodilla truncó el propósito; agotó sus días de fútbol en el Wil, de Segunda División. Vonlanthen fue el hombre que prefirió una paz de reloj de cuco a la terrible, borgiana y poco misericordiosa élite.