Campo de batallitas

Lev Yashin, hay una araña en el Camp Nou

En 1964, la Eurocopa pasó por Barcelona para una semifinal URSS-Dinamarca. Sobresalía la figura del único portero con el Balón de Oro, pero aquel día no pudo lucirse

Lev Yashin

Lev Yashin

Eloy Carrasco

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Cuesta mostrarse categórico sobre quién ha sido el mejor portero de la historia, pero se da un hecho irrefutable que eleva por encima de los demás a Lev Yashin: es el único premiado con el Balón de Oro (1963). Entre otros muchos títulos, ganó la primera Eurocopa, la de 1960, y en la final de cuatro años después fue víctima del mitificado cabezazo de Marcelino que dio la victoria a España. 

Yashin (Moscú, 1929-1990) fue un símbolo, un bastión de la URSS durante la guerra fría. Conocidísimo es su apodo, la araña negra, por su porte longilíneo y porque vestía de ese color de arriba abajo, con la particularidad de que de vez en cuando se le permitía llevar la camiseta de su club, el Dinamo de Moscú, en los partidos de la selección, mientras sus compañeros exhibían las célebres siglas CCCP.

Con esa gran 'D' en el pecho se presentó en el Camp Nou en junio de 1964, donde los soviéticos jugaron la semifinal de la Eurocopa contra Dinamarca. «El público se quedó con las ganas de ver a Yashin en acción», tituló la revista 'Barça'. Claro, los futbolistas daneses eran aficionados en aquellos tiempos y bastante hicieron con llegar a las semifinales. Tenían a un buen delantero, Ole Madsen, autor de seis goles en una ronda anterior ante Luxemburgo; un tipo que se ganaba la vida como camionero y entrenaba por las noches, cuando podía.

Algunos renunciaron a viajar porque tenían exámenes o simplemente porque sus empresas no les dieron permiso. Perdieron por 3-0 ante unos 38.000 espectadores que pagaron entre 200 (tribuna) y 25 pesetas (general de pie). «Los rusos», como los llamaba la prensa, eran los vigentes campeones y se notó, no dieron la menor opción. Yashin se aburrió aquella tarde, mientras en el Bernabéu España sudó tinta hasta la prórroga para vencer a Hungría (2-1, goles de Pereda y Amancio). 

El gran portero de la URSS, el único no jefe de estado cuyo rostro ha aparecido en un billete en su país, volvió al Camp Nou unos años más tarde, en 1970, con motivo de un Gamper. Su Dinamo infligió la mayor paliza que ha recibido el Barça en su torneo, 5-0. Fue su última temporada en activo. Atrás quedaron sus técnicas innovadoras (muchos imitaron luego sus precisos y potentes saques con la mano, y fue pionero en usar guantes) y unos registros que de tan siderales parecen inconcebibles: se dice que paró 150 penaltis en su carrera y que dejó la portería a cero en 270 de 326 partidos. 

Encajar un gol olímpico

Pero hasta un mito como él vivió horas amargas. Resulta irónico que tan excepcional guardameta sea el único que ha encajado un gol olímpico en un Mundial: se lo marcó el colombiano Marcos Coll, en Chile-62. En su descargo, cabe decir que más culpa tuvo el defensa que aguantaba el primer palo: el centro venía bajo, y el zaguero soviético, acaso confiado en el omnímodo poder de la araña, dejó pasar el balón en vez de despejarlo, como diciendo «tuya» a un atónito y batido Yashin. 

La cuestión fue que, tras aquel infortunado Mundial, el gran Lev fue criticado por primera vez, incluso algunos hinchas coléricos apedrearon los cristales de su apartamento en Moscú. Lejos de afligirse, sus actuaciones le reportaron apenas al cabo de un año y medio el trofeo que lo distingue como excepcional, el Balón de Oro.

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