La 'playlist' de la Euro

Una pantera negra en la casa del dictador

'Eusèbio'

Sheiks

Portugal

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Rafael Tapounet

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Dicen que el dictador portugués António de Oliveira Salazar detestaba el fútbol. Catedrático prestigioso de porte aristocrático, el fundador del llamado Estado Novo hacía gala de un elitismo acendrado y, a diferencia de otros déspotas de la época que veían en los espectáculos de masas un eficaz instrumento de control, consideraba que cualquier pasatiempo que reuniera a mucha gente en un mismo recinto era necesariamente embrutecedor y potencialmente subversivo. Una “invitación al comunismo”, tal como él mismo dejó escrito cuando en 1943 se prohibió en Portugal el deporte profesional.

Apenas un año antes, el régimen salazarista había despojado al Benfica de su himno alegando que la presencia en el título de la palabra ‘Avante’ (adelante) podía suscitar en los aficionados unas fantasías de progreso poco acordes con la realidad de autarquía y represión que vivía el país luso. En aquellos tiempos, más allá de la nula afición que el dictador sentía por el balompié, la mayoría de los miembros de su Gabinete, y en general de las élites políticas y económicas, sentían como propios los colores verde y blanco del Sporting de Portugal, frente a un Benfica que era percibido como el equipo del pueblo y que, para mayor afrenta, vestía de rojo.

Maniobras contra los 'encarnados'

Las maniobras para minar la pujanza del conjunto ‘encarnado’ se sucedieron. Cuando en 1955 el Benfica ganó la liga, las autoridades deportivas decidieron que fuera Os Belenenses quien representara al país en la Copa Latina. Otro tanto sucedió al año siguiente, cuando el campeón, que había reeditado triunfo en la competición doméstica, fue ignominiosamente apartado de la primera edición de la Copa de Europa en beneficio del Sporting.

Y, a pesar de todo, ningún equipo portugués levantó tantos trofeos en los años de la dictadura salazarista como el Benfica: 20 ligas, 15 copas y dos Copas de Europa. Buena parte del mérito hay que atribuírselo a un portentoso delantero mozambiqueño llamado Eusèbio da Silva Ferreira. Para las crónicas futbolísticas, simplemente Eusèbio. ‘A pantera negra’ para los cantares de gesta.

Tan determinante fue la presencia de Eusèbio en el campeonato portugués y en el salto de calidad que con su concurso experimentó la selección nacional, que, cuando en 1964 la Juventus presentó una oferta astronómica para hacerse con los servicios del jugador, Oliveira Salazar, el hombre que odiaba el fútbol, invitó al delantero a su residencia para advertirle de que lo consideraba “patrimonio del Estado” y abortar el traspaso.

El héroe de Inglaterra '66

El dictador actuó después de que sus colaboradores le aseguraran que si Eusèbio se iba a Italia podía peligrar su participación en el Mundial de Inglaterra de 1966. No sucedió. La pantera negra causó sensación en aquella Copa del Mundo y con sus nueve goles aupó a Portugal hasta un sorprendente tercer puesto.

A su regreso a casa, como era de rigor, abundaron los homenajes a la estrella benfiquista. Uno de los más memorables fue la canción que le dedicaron los Sheiks, un cuarteto lisboeta que se ganó el sobrenombre de ‘los Beatles portugueses’ y llegó a colarse en las listas de éxitos francesas con un beat elegante y arrebatado. Solían cantar en inglés, pero este ‘Eusèbio’ (“Eusebio remata / la afición delira. / Gol de Eusebio / ya a nadie le sorprende”) es en portugués. El vocalista y guitarrista del grupo, Carlos Mendes, era hincha acérrimo del Sporting. Apreciemos la magnitud de su sacrificio.

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