Después de la Cabalgata
Los Reyes Magos visitan a los niños ingresados en el Hospital Sant Joan de Déu: "Esto es magia"
Los Reyes Magos deslumbran Barcelona con una Cabalgata sostenible, inclusiva y repleta de tributos
Carol Álvarez
Carol ÁlvarezSubdirectora de El Periódico
Subdirectora de El Periódico. Cultura, tendencias sociales y Barcelona.
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Mahmmoud tiene cinco meses que muestra ufano al agitar su manita, con los cinco dedos bien separados, a todo aquel que se le acerca. También tiene ya una foto con el mismísimo Melchor, que fue a visitarlo al hospital Sant Joan de Déu donde se recupera estos días de un susto de salud, pero eso probablemente no lo acabe de entender bien hasta dentro de unos años, cuando se vea de nuevo en esa fotografía en que luce su mano bien abierta, aupado en brazos de su padre, orgulloso, que le vistió con ropa típica siria para celebrar esta noche mágica para él. La familia, afincada en Barcelona hace seis años, es una más de las muchas que pasan la noche de Reyes acompañando a sus pequeños, enfermos en tratamiento en el hospital de Esplugues de Llobregat.
Los Reyes Magos hace años que apuran sus pasos tras la cabalgata de Barcelona para pasar un rato a ver a los pequeños pacientes, y llevarles unos regalos, y llegan para ello escoltados por las sirenas de la Guardia Urbana y con una pequeña gran fiesta musical en forma de batucada a las puertas del recinto.
Este año no ha sido diferente y Baltasar ha vuelto a convertirse en una 'pop star' al que niños agarrados a goteros buscaban para hacerse una foto con él. Pajes y voluntarios, el séquito imprescindible en una tradición que requiere mucha organización, han jugado su papel clave también con brillantez, ordenando los regalos que les corresponderá a cada niño ingresado, recordando su lista de deseos y anotando, además, qué pequeños pueden ser tocados o visitados sin mascarilla, en función de sus dolencias.
Los Reyes Magos se reparten por plantas y unidades médicas para llegar a todos los niños, y el itinerario de Melchor le lleva primero a una de las plantas de hospitalización. Ya a la puerta del ascensor se cruza con un niño que bajó a ver la llegada de esta particular cabalgata. “¡esto es magia!”, dice maravillado con los ojos fijados en el rostro de Melchor. Lleva un brazo inmovilizado, y les comenta a sus padres “no lo voy a olvidar en la vida”. Las puertas del ascensor se abren y otro niño se queda boquiabierto al encontrarse a tanto paje real. “Ya está aquí, ya está aquí”, proclama.
Melchor empieza su reparto de regalos y en la primera habitación le espera Alejandro, tan nervioso desde que sabe que le van a visitar los Reyes Magos que a duras penas puede estarse quieto en la cama, y eso que tiene lesionada una pierna. Alejandro tiene 3 años y le acompaña su hermano Hugo, de 6, sus padres Pedro y Yolanda, y su abuela Rosa. El pequeño ingresó hace 3 días pero fueron suficientes para que su Carta llegase a los reyes magos, asi se explica que Melchor le regalara justo lo que más ilusión le hacía, un kit de limpieza con su fregona y su cubo.
En el pasillo, un paje tiene los ojos especialmente brillantes. Se llama José Luis, y es su tercer año en el séquito real. Aún emocionado, relata que ha tenido que bajar deprisa al quirófano porque un niño, Yassim, iba a ser operado y se lamentaba de no haber podido ver a los Reyes Magos porque en ese momento le iban a intervenir. “He podido llegar a tiempo para darle los regalos, no veas qué cara ha puesto, resplandecía’. José Luis, ataviado de verde con túnica y turbante, recuerda otro momento emocionante de hace 3 años, cuando un niño internado en una habitación acristalada los vio y se puso a llamarlos con gestos. El pequeño estaba en aislamiento y no podía recibir visitas, pero Baltasar insistió en verlo, y así fue como enfundaron al rey mago con una bata protectora, gorro y mascarilla para que pudiera entrar, inolvidable aquel abrazo.
Ratiba, Claudia, Judith, Carla, Neus, Cris, Elvia... Los nombres de niños que han pasado por la planta en un momento u otro cuelgan de bolas navideñas del techo del pasillo, un detalle navideño como otros muchos que decoran la zona Mariah Carey sonríe vestida de Santa Claus desde una postal en el tablón de información de las enfermeras y un pesebre con un niño Jesús con mascarillas, un José que se apoya en un gotero y un pastor en silla de ruedas te enseña que la tradición se puede tunear con humor y ternura.
Las puertas de las habitaciones son invitaciones a soñar. Inscripciones en la entrada con ‘Caputxeta i el llop enamorat' se alternan con otras de ‘Viajar y viajar’ con el dibujo de una ballena que dispara un chorro de agua. Melchor se adentra en la semioscuridad que hay detrás de la puerta del ‘Fantasma poruc’, y lo hace con mascarilla, aquí no podrá tocar pero sí dará sus regalos a otro pequeño acompañado de su familia mientras a través de la cristalera los puntos de luz de Barcelona parecen las estrellas de una estampa de Navidad.
En la habitación llamada ‘Mutant Espacial’, Joan explota de alegría y su risa invade el pasillo donde las enfermeras, pajes y voluntarios se arraciman. Al salir de verlo, Melchor necesitará su ayuda para recolocarse el turbante, un poco movido de tanto ajetreo, pero deprisa deprisa sigue su ronda. Hizo bien: entra en otra habitación donde el paciente, de 17 años, ya le espera filmando con su móvil su entrada, quizá para subir a Tiktok. Más risas, más buenos deseos.
Melchor se hace una foto con todo el personal de cada planta, que quiere guardar el recuerdo de la visita, y sigue, infatigable, su ronda por otra planta. Los techos tienen dibujos: están pensados para distraer a los niños que van en camilla hacia quirófanos, para quitarles un poco el miedo. En un corcho los pacientes han dejado dibujos que tienen mucho de gratitud y valentía. Lucía dibujó una espada, armadura y un dragón rosa; “ Todo buen guerrero se lleva un aprendizaje de cada batalla”. Las enfermeras lo guardan en su zona de atención, en un lugar destacado. Son lecciones que aprenderá Ching Han, que acaba de ingresar. No entiende aún castellano y Melchor, con ayuda de una paje, le habla en inglés y le da también unos regalos.
‘Salaam Tacqua”, le dice el Rey de Oriente a la pequeña de grandes ojos que saluda con su mano a través del cristal de su habitación en la uci. Le da vergüenza cuando por fin Melchor entra en su cuarto, pero la sonrisa se dibuja de oreja a oreja. Su madre, con mascarilla dispara fotos para retener este instante en el tiempo.
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