Exilio o muerte

El trágico destino de los opositores en Rusia

El asesinato de opositores ha constituido un método recurrente para neutralizar a las voces disidentes, tanto en Rusia como en su estado predecesor, la URSS. Hace ocho décadas, un día de agosto de 1940, Ramón Mercader, un catalán reclutado por el espionaje soviético, hincó un piolet en la cabeza de Leon Trotski, líder bolchevique enfrentado a Stalin y exiliado en México.

Durante la perestroika de Mijaíl Gorbachov y los primeros años tras la desintegración de la URSS, con Boris Yeltsin como presidente, esta práctica se detuvo de forma temporal. Tras la llegada al Kremlin de Vladímir Putin, se han reanudado los crímenes políticos en Rusia.

Alekséi Navalni, líder opositor

Alekséi Navalni era el principal líder de la oposición en Rusia. Convertido en un bloguero que denunciaba en las redes sociales la corrupción entre los miembros de la élite, su canal de YouTube contaba con millones de seguidores.

Puso en un brete al exprimer ministro Dmitri Medvédev denunciando las fabulosas propiedades a nombre de testaferros que detenta. Su última investigación, un vídeo sobre un palacio construido por oligarcas rusos como regalo al presidente Putin, fue visto por más de 110 millones de personas.    

Muerte en la cárcel

La popularidad de Navalni lo convirtió en una amenaza para el Kremlin de cara a las elecciones. Tras ser condenado a varias penas de cárcel por presuntos delitos económicos, inhabilitado como candidato electoral y atacado físicamente varias veces, fue trasladado de manera clandestina a una prisión ártica donde murió el 16 de febrero de 2024 tras "sentirse mal" después de un paseo.

Aleksándr Litvinenko, exespía

Aleksándr Litvinenko era un exagente que huyó a Gran Bretaña a principios del mandato de Putin. Conocedor de las interioridades del régimen, acusó desde el exilio a los servicios secretos de su país de una campaña de atentados con explosivos que causaron 300 muertos en Moscú y otras ciudades en 1999 y catapultaron a Putin al poder.

También colaboraba con los servicios secretos españoles en la lucha contra el crimen organizado ruso en el litoral mediterráneo y sus conexiones con el Kremlin.    

Anna Politkóvskaya, periodista

Documentaba los abusos y las violaciones de los derechos humanos cometidos por las tropas rusas durante la segunda guerra de Chechenia. Viajó frecuentemente por esta región y escribió varios libros denunciando las políticas de Vladímir Putin y la preeminencia de los servicios secretos rusos durante su mandato. Trabajaba para la publicación 'Nóvaya Gazeta'.

Mijaíl Jodorkovski, empresario

Era el empresario más rico de Rusia hasta 2003, con una fortuna de 15.000 millones de dólares. Creó la principal compañía petrolera del país, Yukos, a partir de las privatizaciones de las empresas estatales soviéticas del sector, y también el banco Menatep. Enfrentado con Putin por defender un modelo económico abierto.

Borís Nemtsov, líder opositor

Líder del partido opositor PARNAS. De ideología liberal y comprometido con los derechos humanos, durante la presidencia de Borís Yeltsin ocupó importantes cargos gubernamentales. Tras la llegada de Putin al poder, se convirtió en un feroz crítico de sus políticas, denunciando graves retrocesos democráticos.

Serguéi Skripal, exespía

Trabajó como agente doble de los servicios secretos del Reino Unido durante los años 90 y principios de la primera década del siglo XXI. En 2004, fue arrestado y condenado a 13 años de prisión por alta traición. Fue intercambiado junto con otros agentes en 2010 en el aeropuerto de Viena por espías rusos detenidos en suelo estadounidense. Desde entonces, vivía en el sur de Inglaterra.

Muchos de los asesinatos de opositores en Rusia se han materializado mediante métodos conocidos, como el agente químico Novichok, que no permiten albergar duda alguna acerca de la autoría del crimen.

Según los expertos, el Kremlin pretende de esta forma enviar el mensaje de que nada detendrá al Estado a la hora de castigar a los opositores o a quienes considera han traicionado al país. En ciertos casos, la alternativa a la muerte es el exilio.