GALICIA
Testimonio del ataque en Oslo: "La ciudad pasó de ser una gran fiesta a la más absoluta tristeza"
La gallega Cristina Maruri se alojaba a pocos metros del lugar del atentado terrorista el día de los hechos

Testimonio de la gallega en Oslo
Lo que debía ser celebración y alegría se tornó tragedia. Donde decenas de personas disfrutaban de la vida un ataque terrorista sembró el pánico y dejó dos muertos además de una veintena de heridos. Cristina Maruri, escritora y fotógrafa de raíces gallegas y vascas, que vivió en Vigo gran parte de su vida, fue testigo del atentado que sacudió Oslo hace a penas unos días.
“Llegué el jueves por la tarde. La ciudad era una fiesta. Ya se estaba celebrando el ‘Orgullo’. El ambiente era fantástico. Oslo era pura algarabía. Un tiempo buenísimo, sol, primavera espléndida. Diversidad, alegría. Ni una palabra malsonante, ni borracheras, ni peleas. Todo era una gran fiesta”. Así describe Maruri la atmósfera que se vivía en la capital de Noruega antes del ataque.
Ella fue testigo del ataque terrorista: “En un momento la ciudad pasó de una explosión de alegría inmensa a un funeral, a la oscuridad”, apunta Cristina. Jamás se le ocurriría pensar a esta apasionada del arte y los proyectos solidarios que un fin de semana de turismo en Noruega, coincidiendo con la celebración del ‘Orgullo’, acabaría de esta forma.
Maruri se alojaba en un hotel en una calle muy cercana al London Pub, en la zona del atentado. Un ciudadano noruego de origen iraní de 42 años y antecedentes policiales disparó en el exterior del pub y continuó el tiroteo en un bar cercano, el Per pa Hjornet. Fue allí donde murieron dos personas. Con un largo historial de violencia y amenazas, los servicios de inteligencia del país lo seguían al menos desde 2015. El autor del crimen disparó y escapó huyendo. De la veintena de heridos, siete ingresaron en hospital.
Un Oslo primaveral precioso
“El viernes fue un día maravilloso. Me acerqué al festival, me compré una camiseta, había actuaciones en directo en un Oslo primaveral precioso. Es siempre de día, no se hace de noche, hay una luz tenue entre las doce de la noche y las tres de la madrugada, aproximadamente”, añade la escritora y fotógrafa, en la actualidad en el País Vasco.
A la una de la madrugada, del viernes al sábado, ocurrieron los hechos. Y la ciudad vivió un fundido a negro. “No escuché los disparos. Yo estaba en la habitación del hotel, durmiendo. Fue a la mañana siguiente, cuando me levanté, que noté algo extraño. Calles cortadas, flores frente al hotel, gente llorando, gente sacando fotos, medios de comunicación... Ahí fue cuando me enteré de lo que había sucedido, y lo tenía justo delante, no podía estar más cerca”, cuenta Maruri.
Festival cancelado
Para evitar riesgos las autoridades optaron por cancelar la ‘Marcha del Orgullo Gay’ (Oslo Pride). Así se inició una peregrinación a la esquina de la calle Rosenkrantz, con una ofrenda floral en recuerdo de las víctimas. “Representantes de los colectivos pasaron a leer sus discursos, en distintos idiomas. Toda la ciudad pasó de una fiesta a un funeral, por una persona con ganas de matar y que mata”, lamenta Cristina.
“Me encontré una ciudad llena de vida, de colores, celebrando el buen tiempo, una convivencia absoluta, tras salir del COVID, tras el invierno... y por una persona intolerante que quiere hacer daño... A partir de ahí ya no me apetece hacer nada porque a mí también se me rompe algo dentro. Se acaba la magia del viaje. Me uní al sentimiento del colectivo”, apunta.
El sábado por la mañana, tras el atentado, la gente se echó a las calles en una manifestación espontánea... pero las fuerzas de seguridad la disolvieron por miedo. “Llegaban flores y flores y velitas. Pasadas 24 horas del atentado, los pubs de la zona se llenaron de música, con luces, por parte de toda la comunidad gay de Oslo; una especie de funeral, con luz, con música, antes de echarse a dormir, por todo lo ocurrido. Sonaba Abba, por ejemplo. Fue muy emotivo”, describe Cristina Maruri.
“Un desastre. No acabo de entender el horror de no poder vivir felices teniéndolo todo. ¿Cómo no somos capaces de abrazar en lugar de empuñar un arma?”, reflexiona Maruri. La policía noruega detuvo pronto al autor del crimen e investiga la agresión como un acto de terrorismo islamista.
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