Formentera

Durante los meses de mayo y junio, la más pequeña de las Islas Baleares es un territorio tranquilo, salvaje y sereno, con rincones naturales y costeros que enamoran

Sinónimo de desconexión

Formentera, la isla más pequeña de las Pitiusas, es un paraíso natural que florece en primavera. Sus playas y calas, especialmente cotizadas en verano, cobran una aura mágica en primavera y proponen una retirada dedicada a la reconexión con la naturaleza, alejada del estrés cotidiano. 

Durante esta temporada, Formentera se convierte en un territorio tranquilo y sereno, a la par que salvaje. En él brotan sus joyas naturales, con una diversidad de parajes y paisajes que permiten observar especies de flora y fauna únicas.

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Al pasear por sus más de 100 kilómetros de vías verdes, los visitantes pueden admirar sus bosques de sabinas retorcidas por el viento y abrirse paso entre pinos, enebros, romeros, tomillos, amapolas y hasta orquídeas. 

Una naturaleza que se presenta de forma tan austera como privilegiada y que tiene su máximo exponente en las playas de aguas azul cristalino de la isla. Las costas de Formentera acogen algunos de los sistemas dunares mejor conservados de Baleares, como en Ses Illetes, en el norte de la isla, o Cavall d’en Borràs, en el Parque Natural de ses salines d’Eivissa i Formentera. Las playas de la isla se caracterizan por tener una parte de arrecifes sumergidos de posidonia oceánica, un gran tesoro submarino, y una parte emergida, con plantas que crecen sobre las dunas como la rubia marina o la azucena de mar. 

Una escapada a esta isla es sinónimo de recuperar el placer de viajar, gozar de la satisfacción de no hacer nada y aprovechar la calma que ofrecen los meses anteriores a la temporada alta. Mayo y junio son los mejores meses para enamorarse de este destino, lejos de las aglomeraciones, y descubrir sus paisajes agrestes y el azul intenso del mar.

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Suplemento de viajes deelPeriódico, publicado en marzo del 2022