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10 septiembre 2021

Más seguridad gracias al talento femenino

Diálogo, calma, mano izquierda y sensatez. Aunque también cuentan con una gran preparación física, estas son algunas de las herramientas con las que las mujeres trabajan en la seguridad privada y conquistan, cada día, su espacio en un sector altamente masculinizado. Y aunque todavía su presencia es escasa, cada vez son más y más necesarias

Texto: Carmen Lancho

El pasado 2020 se cerraba con un total de 47.394.223 habitantes, de los cuales 24.169.362 son mujeres, es decir, algo más de la mitad de la población total del país. Esta proporción no se traslada, ni de lejos, al sector de la seguridad privada, muy masculinizado a día de hoy.

Aunque sigue siendo bajo el número de mujeres que se aproximan al sector de la seguridad, desde hace años, su papel es imprescindible. Su participación complementa la labor del resto de sus compañeros, porque la seguridad privada está formada por personas con un alto nivel de profesionalidad, sin importar su género. Su visión, basada más en la palabra que en el uso de la fuerza, permite equilibrar el trabajo en equipo, solucionando conflictos de manera eficaz y pacífica. Así lo ven Cristina Boadilla, Raquel López, Jessica y Pilar Miralles, profesionales de Clece Seguridad.

Esencialmente necesarias

Su presencia es necesaria en algunas actuaciones como cacheos e identificaciones, ya que, entre otras cosas, garantiza el respeto a las distintas necesidades culturales de todas las mujeres. Como vigilantes, pueden ser la cara más visible de una empresa, y en ocasiones su labor es insustituible ya que acompañan, reconfortan y protegen a otras mujeres en situaciones límite, víctimas de violencia doméstica y de género. Por eso, en igualdad de condiciones, su presencia es indispensable en empresas como Clece Seguridad.

Pilar, lleva 21 años trabajando como vigilante, y desde hace 16 años desarrolla su labor en un partido judicial conflictivo. Al principio este “destino” le gustó por la cercanía y los horarios. Ahora, a pesar de que su día a día es, a veces, complicado, le gusta porque tiene la sensación de ayudar a las personas, y eso le llena. “Es un destino donde se experimentan muchas situaciones complejas, pero me encanta el trato con la gente y poder ayudar a los demás”.

Pilar Miralles lleva 21 años trabajando como vigilante.

Ella también ha sido pionera en el acompañamiento de víctimas de violencia doméstica en los juzgados. “Somos esenciales en este tipo de actuaciones”, comenta, “la cercanía, empatía y el factor humano es muy importante, es lo que más aporta en estas situaciones de extrema gravedad”. Pilar tiene carácter, pero sabe que con mano izquierda todo se soluciona, y nunca se ha sentido “una mujer en un mundo de hombres”.

La fuerza de la palabra

Hace tiempo muchas mujeres llegaban a la seguridad privada un poco “de rebote”, pero en los últimos 20 años el sector ha evolucionado mucho, empezando a atraer al talento femenino por mérito propio. Raquel cree que este cambio positivo puede verse tanto en la composición de los equipos de profesionales, como en la propia imagen que proyecta la seguridad privada a la ciudadanía.

Como inspectora, Raquel coordina un grupo de 60 personas a quienes intenta transmitir toda la calma y todo el poso de experiencia que ha ido acumulando a lo largo de su evolutiva carrera profesional. Ve con ilusión como el sector se está renovando gracias a la incorporación de gente joven. Recuerda que al principio “no te tomaban tan en serio por el simple hecho de ser mujer. Ahora, aunque ha habido muchos cambios, un hombre sigue teniendo que demostrar menos que una compañera, que debe acreditar, que sabe lo que está diciendo. Afortunadamente, en mi caso, los compañeros que tengo a mi cargo son personas excelentes que nunca han cuestionado mi capacidad de decisión y liderazgo. Y por suerte, mi caso no es aislado, cada vez es más generalizado.”

Raquel López, inspectora.

El sector además ha progresado de forma muy clara e incluso las personas con más antigüedad, “de la vieja escuela”, están apoyando estos cambios, algo muy beneficioso ya que el sector tiene que crecer y las mujeres aportan una vertiente muy positiva de argumentación y diálogo, que ha contribuido a que el “yudo verbal”, sea el recurso prioritario para mediar conflictos en los cuerpos de seguridad privada. La fuerza física siempre es el último recurso, independientemente del género. Es vital, seguir “valorando a las personas por lo que pueden aportar, sin otras consideraciones”, apunta Raquel.

Nueva fórmula de liderazgo

La presencia de las mujeres en puestos organizativos y de dirección mejora los procesos de trabajo internos. Hace años era más frecuente encontrarse con la fórmula del “ordeno y mando” aplicada desde puestos de mayor responsabilidad ocupados por hombres, pero esto ya no funciona, como dice Jesica. Ella es un caso excepcional: es jefa de equipo y a la vez realiza labores como vigilante lo cual le permite “no perder la esencia del vigilante”, y estar muy cerca del día a día de los servicios de sus compañeros.

Jesica aporta el punto reflexivo a su equipo. En 20 años no ha necesitado realizar ninguna intervención de defensa, porque sabe que hablando todo se puede solucionar. Como jefa de equipo también valora mucho el diálogo, y si hay algo que no se entiende se explica. Esto le permite recibir el apoyo de su equipo. Aun así, sigue echando en falta una mayor presencia femenina en puestos intermedios y altos.

Atraer el talento femenino

En la actualidad en España, faltan vigilantes para estar en la media de los países europeos, que cuentan con más del doble por cada 1.000 habitantes. Por eso es tan importante atraer el talento femenino e impulsar su papel. Para Cristina, que trabaja como vigilante en un centro de salud en Badalona, lo único que se necesita es profesionalidad, “personas responsables, comprometidas y dispuestas a ayudar a los demás”. Cuando concurre esta cualidad, sea mujer u hombre, y realizan este trabajo: protegiendo, ayudando e asistiendo a las personas, siempre experimentan una gran satisfacción, como le ocurre a Cristina, “Es algo que yo siento, a diario”.

Cristina Boadilla, vigilante en el CAP Sant Roc, Badalona.

Ella jamás se ha sentido discriminada y se ha compenetrado siempre con sus compañeros, por eso ve con optimismo el futuro y el papel de la mujer en la seguridad privada. “Cada vez somos más compañeras”. Y para atraer ese talento femenino tan necesario cree que es positivo eliminar los estereotipos, creados a veces desde el propio sector. Aunque sabe que las mujeres ya no ven estos trabajos como “algo solo físico”, está convencida que al compartir su experiencia, así como lo hacen otras compañeras, contribuye a que la seguridad privada sea un ámbito de interés para muchas mujeres que, a lo mejor, nunca antes lo hubieran considerado.