Compartir

Menos residuos, más vida

Con pequeños gestos en casa y tomando decisiones más conscientes contribuyes a reducir residuos y a construir una ciudad más sostenible

“En 2050 habrá más plástico que peces en los mares”, ha calculado la Organización de Naciones Unidas. Un dato que refleja la magnitud del problema que supone generar residuos sin control. No falta tanto para verlo. La sobre producción de plásticos y otros residuos es un rompecabezas que nos atañe a todos, desde ciudadanos a empresas o administraciones. Podemos contrarrestarlo si avanzamos hacia una filosofía de Residuos Zero, si los productores renuncien a envasados excesivamente contaminantes, si las empresas integran el ecodiseño en su cadena productiva y si aumenta el compromiso medioambiental de manera clara. Hay mucho por hacer, y lo más urgente es poner en valor la necesidad del reciclaje selectivo.

La importancia de la recogida selectiva

Cada habitante de Barcelona genera al día 1,3 kilos de basura. En total, 762.077 toneladas de residuos diarios acumulados a lo largo y ancho de toda la ciudad.La gestión de semejante volumen de residuos supone uno de los retos más complejos a los que ha de enfrentarse cualquier gran urbe, pues su incidencia en la evolución del calentamiento global, por densidad de población, termina siendo notable.

Con esta idea en la cabeza, han surgido iniciativas como la de los vecinos de Sarrià que han sacado adelante un proyecto destinado a reciclar casi el 100% de los residuos arrojados a los contenedores del barrio. Se comenzó con una autopsia de las basuras; recogieron al azar una muestra de 20 bolsas y analizaron el contenido de cada una de ellas. “Comprobamos que el 94% era material desaprovechado. Residuos que podrían haber sido recogidos de forma selectiva y, por tanto, haber acabado de nuevo en la cadena de producción”, explica el biólogo Eduardo Saiz, miembro de la Asamblea de Vecinos de Sarrià.

Al radiografiar las bolsas descubrieron que un tercio del contenido era materia orgánica, un recurso muy apreciado por hacer la función del fertilizante químico. Los orgánicos se aprovechan como abono tras un sencillo proceso de compostaje. Ofrecen un material de muy buena calidad, pero sólo cuando proviene del contenedor destinado a dicho residuo. Si termina revuelto entre cristales, por ejemplo, pierde parte de su potencial.

Tras constatar el abandono de recursos aprovechables, los vecinos de Sarrià decidieron involucrarse en el separado. Durante dos años estuvieron trabajando en un sistema de recogida puerta a puerta que prevén inaugurar en febrero de 2018. Con él tratarán de concienciar a todos los usuarios del sistema. Hasta entonces, solo queda afear cualquier irresponsabilidad: “Los residuos que no se separan por facciones suelen terminar en hornos crematorios o en vertederos. Son agentes contaminantes. A los ciudadanos nos corresponde desde el origen marcar la pauta inicial. Si no nos concienciamos ya, el problema climático terminará siendo irreversible”, resume Saiz.

Desmontando mitos

La normalización de los contenedores selectivos tal vez traslade la sensación de que el reciclaje ha sido ampliamente asumido, que todos estamos cumpliendo con nuestra parte; sin embargo, las cifras contradicen esta mirada optimista. En 2016, sólo un 35,9% de residuos acabaron en los contenedores de colores. Significa que 488.257 toneladas fueron desechadas sin apenas posibilidades de recuperación. Peor aún, en la recogida de la fracción orgánica se constató que los contenedores tenían un 21,4 % de materia no orgánica –según fuentes municipales–, de modo que el esfuerzo de quienes separaron quedó ensombrecido por aquellos que decidieron no hacerlo.

A los últimos les ampara un mito recurrente, ese que dice que los camiones mezclan la basura de todos los contenedores. Falso. Basta con visitar una planta de reciclaje para entender la importancia del separado en origen. Fijémonos por ejemplo en el Ecoparc 2 de Moncada y Rexach. En esta planta gestionan los restos que llegan de los contenedores grises. Alimentos, envases, botellas, tecnología, muebles... un monstruo inmenso digerido a duras penas por la maquinaria industrial.

“El material separado en origen va a plantas específicas o directamente al recuperador. Aquí estamos gastando un montón de recursos costosísimos para terminar salvando una décima parte de los residuos que nos llegan. Si estos hubieran sido bien clasificados, todo el dinero invertido en máquinas y personal para recuperar restos sucios y maltratados estaría ahora dedicado a generar un producto de muy buena calidad”, argumenta Luis Iglesias, jefe de Producción del Ecoparc 2.

Con productos de buena calidad se refiere al compost antes mencionado, o a las cajas de zapatos obtenidas a partir de tetrabriks, o a las llantas de neumáticos fabricadas con latas de refrescos. Incluso el forro polar con el que combatimos el invierno nace de las botellas de plástico PET.

El plástico tiene varias vidas

Hacia el residuo cero

Evidentemente no todos los materiales desechados pueden adquirir una segunda vida, algunos llevan impreso el destino indefectible de la calcinación. Es el caso de ciertos textiles o los pañales de los bebés. Al menos hasta hace poco. “En Italia existe una planta dedicada a reciclar pañales pero sólo recupera el 30% del producto. El reciclaje no debe ser la única solución: en la pirámide ecológica hablamos de prevención, reutilización, reparación y, muy al final, reciclaje”, aclara Rosa García, directora de la fundación Rezero.

La fundación considera que el Residuo Cero es el instrumento más efectivo de la pujante economía circular, un modelo impulsado con fuerza por instituciones transnacionales. La Comisión Europea, por ejemplo, está diciendo que los residuos no son basura, sino recursos aprovechables con un ciclo vital similar al de la materia orgánica. Frente al modelo lineal que viaja de la cuna a la tumba; la economía circular parte del diseño, pasa por el reciclaje y vuelve al punto de partida. “Al final es la única prevención real frente al agotamiento de recursos. Ciudades como Barcelona son básicamente importadoras de materias primas, y sólo con medidas de ahorro en el consumo lograremos aprovechar estos bienes tan escasos”, añade Rosa García.

El concepto de la economía circular

En ese sentido, el consumo consciente procura demostrar que existe otra estrategia de desarrollo posible, también en el plano productivo. La generación de residuos es una responsabilidad compartida; corre por cuenta de las empresas implantar el ecodiseño y fomentar el reaprovechamiento de sus productos. Mientras, por parte del ciudadano, se pueden hacer dos cosas: “Lo mínimo es separar el residuo en el contenedor, pero lo ideal sería diferenciarnos desde el propio consumo. Cuando yo compro productos a granel estoy lanzando un mensaje a las empresas y distribuidoras y la Administració, les estoy diciendo que no quiero tanto plásticos a mi alrededor. ¿No es ese el objetivo final?”.

Top