Las ciudades deberían ser lugares amables, diseñados a escala humana, donde la vida cotidiana se pueda desarrollar también en los espacios públicos. Ciudades accesibles e inclusivas, participativas y próximas en las que la mayoría de necesidades se puedan cubrir a pie.
Pero las ciudades han cedido tanto espacio a los coches que ya no imaginamos cómo sería vivir en un lugar donde nos moviéramos con libertad y usáramos las calles para leer o conversar. Una ciudad donde fuéramos algo más que peatones. Las ciudades necesitan un nuevo modelo. Por eso la Nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas propone crear ciudades para las personas, en lugar de para los coches, y afrontar los grandes retos como la contaminación atmosférica, el sedentarismo y la sostenibilidad ante la previsión de que el 75% de la población mundial viva en ellas en 2050.
Barcelona se une a otras ciudades, como Copenhage, Moscú o Vigo, que ya han apostado por diseñar, con la participación de sus vecinos, un urbanismo para las personas reduciendo el tráfico de vehículos privados. Experiencia tras experiencia, a pesar de las resistencias iniciales, los beneficios se repiten: más relaciones sociales, menos contaminación y más comercio de barrio.
Las ciudades necesitan poner a las personas en el centro de la reflexión. Entonces, ¿para quiénes se han diseñado las ciudades en el siglo XX y cómo se puede cambiar el modelo?