Hay 70 países en el mundo en los que las relaciones homosexuales están castigadas con penas de latigazos, prisión, cadena perpetua e incluso de muerte. Por lo que muchas personas del colectivo LGTBI “se ven obligadas a salir de sus países porque no pueden soportar la situación que tienen ahí”, explica Rodrigo Araneda, presidente de la Associació Catalana per la integració d'homosexuals, bisexuals i transsexuals immigrants (ACATHI), que trabaja desde Barcelona por crear un espacio seguro en el que estas personas puedan vivir su sexualidad y su identidad libremente.
“La respuesta que se está dando desde Europa no es la solución. Construir muros, frenar llegadas, dejar que muera gente en el mar o esté retenida en Turquía no es una solución humanitaria ni acorde con las leyes y tratados internacionales”, explica Blanca Garcés-Mascareñas. “La verdadera solución sería abordar la pobreza, las desigualdades y los conflictos armados en los que participamos directa e indirectamente. Directamente como Estados, como por ejemplo con la intervención en Libia, o indirectamente, vendiendo las armas que producimos como principales exportadores mundiales”, concluye la investigadora.
Barcelona no gira la cabeza ante esta emergencia humanitaria. El consistorio ha creado un plan llamado Ciutat Refugi con el que da soporte a las entidades sociales que trabajan con el asilo y la cooperación internacional e impulsa iniciativas propias para actuar ante esta crisis. Los barceloneses, sus organizaciones y sus instituciones están demostrando que, con voluntad, una ciudad puede derribar murallas.