La ciudad sin murallas

Barcelona trabaja para acoger y garantizar los derechos de las personas refugiadas y migradas
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La ciudad sin murallas


Dejar a tu hermano, a tu mejor amiga, abandonar tu casa, tu trabajo, tu comida favorita, meter su recuerdo en una maleta y marcharte de la vida que conoces sin mirar atrás, no es algo que se haga por gusto. Se hace para huir del hambre, de la guerra, de la represión por motivos políticos o de orientación sexual y se hace para escapar de una vida miserable o de la propia muerte. Dar refugio a estas personas, además de una cuestión de humanidad, es un derecho internacional contemplado por las Naciones Unidas y los países miembros tienen la obligación, que incumplen sistemáticamente, de ofrecerlo.

En la playa de la Barceloneta, un contador de la vergüenza señala que la ineficacia política de la Unión Europea y de los gobiernos que la forman dejaron morir en el Mediterráneo a al menos 5.079 personas en 2016 y a 559 en lo que va de 2017. Todo ello porque en lugar de garantizar vías de entrada seguras, se levantan muros y se firman tratados para mantener a las personas refugiadas y migradas fuera de nuestras fronteras. Ante esto, la sociedad civil, las entidades y las instituciones de ciudades como Barcelona se organizan y movilizan para acoger más y mejor, y lograr que todas estas persones dejen de ser vistas como números.