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"He visitado Sevilla y he podido disfrutar de un trato inmejorable"

Unos turistas cenan en una terraza de la calle Betis de Sevilla, con vistas al río Guadalquivir y con la Giralda y la Torre del Oro al fondo.

Unos turistas cenan en una terraza de la calle Betis de Sevilla, con vistas al río Guadalquivir y con la Giralda y la Torre del Oro al fondo. / ARCHIVO / SERGIO CARO

Durante cuatro días intensos he podido visitar una ciudad maravillosa, Sevilla. Cuando salgo de mi territorio catalán, que no tiene nada que envidiar a otros, me doy cuenta de lo bonita que es España y que no hace falta irse a otro país para contemplar grandes monumentos de la humanidad.

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Cada vez que giraba la cabeza me encontraba con un edificio digno de admirar, balcones adornados con flores y enredaderas por las fachadas. Por no decir la cantidad de templos, sobre todo barrocos, que hay en cada esquina, cada uno con sus frescos, auténticas obras de arte. Qué alegría ver pasar las calesas por las calles de piedra, oír el ruido de los caballos al galopar, descubrir cada rincón del casco antiguo con el sol iluminando el camino, toldos en algunas calles para proteger del calor y, evidentemente, música por todos lados. Guitarra, copla, cantador por soleá.

Ver los jardines, los parques y toda la naturaleza de un color verde esperanza, favoreciendo el descanso de animales o personas. La Giralda, las setas, la Torre del Oro, los Reales Alcázares, palacios, teatros, iglesias, catedral, patios andaluces, estatuas conmemorativas, plazas, barrios como Triana o Santa Cruz, tradiciones, plaza de toros, museos, tablao flamenco, arte, acueducto, murallas...

Desde mi punto de vista, el lugar que alberga todo esto podría ser perfectamente la capital del mundo. Pues hay construcciones de todas las épocas, el trato es inmejorable, la gastronomía de un nivel difícil de superar, pero especialmente con un encanto y vitalidad que no transmite otra capital de provincia existente. Creo que son merecedoras de un agradecimiento todas aquellas personas que cuidan y limpian la ciudad, la mantienen bonita y, especialmente, los artesanos, que cada vez son menos pero conservan oficios desde hace muchas generaciones.

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