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La vida nocturna de Barcelona: "La delincuencia no desaparecerá por arte de magia"

Dos jóvenes beben en un banco público durante un botellón nocturno montado, con alcohol de alta graduación, en la plaza de Letamendi del Eixample de Barcelona.

Dos jóvenes beben en un banco público durante un botellón nocturno montado, con alcohol de alta graduación, en la plaza de Letamendi del Eixample de Barcelona. / FERRAN NADEU

Los medios de comunicación crean la noticia que previamente interesa a ciertos grupos de presión. Barcelona es una ciudad que en las últimas décadas se ha promocionado como ciudad golfa. La vida nocturna no se relaciona con el virtuosismo de una vida ordenada, sino todo lo contrario. Por muchas visitas a museos en horario lunar, las fiestas de alcohol y droga campan a sus anchas. Las despedidas de soltero son un ejemplo entre otros, de la seriedad que despierta la ciudad.

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Los malhechores saben que en Barcelona pulula un turismo que busca la gresca sin más. Es fácil suponer que esto degenera a la larga en delincuencia. Las ciudades aburridas son las ciudades en donde se puede vivir, ya que el aburrimiento va en función inversa de la cultura que dispone cada individuo, y el turismo que llega precisamente no es muy ilustrado.

Las estadísticas, si se analizan con rigurosidad, pueden dar una serie de conocimientos para implementar las soluciones. Barcelona se podría comparar con Marsella, Nápoles, Hamburgo, Göteborg, Oporto, entre otras. Examinar el número de delitos por 100.000 habitantes, desagregando la tipología, y el porcentaje de extranjeros que cometen las fechorías. Si no se parte de este mínimo, es imposible poder pensar con una mínima capacidad de análisis un problema que la ciudadanía tiene que pagar un costo económico que es, a todas luces, indecente, ya que los que se benefician económicamente del turismo externalizan los costos al resto de la población que todo lo que le aporta este sector industrial, esa alza de precios, incomodidades y mayor contaminación que deteriora la salud, entre otras perlas.

Crear más policía, como solución, como los progres ya recitan, solo conduce a vivir en una sociedad sin libertad. La delincuencia no desaparecerá por arte de magia, pero una ciudad que no sea un ecosistema para el delito que es lo que ha degenerado la urbe, con la ayuda de una legislación que premia al que repite el robo, recuerda la época en que se introdujo la droga, en cierta parte del Estado.

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