"Un verano agotador por culpa del cambio climático"

Alarmada por las noticias del cambio climático, no dejo de pensar en los veranos en el Pirineo aragonés donde el calor suponía una pequeña tregua para esos inviernos tan rigurosos de frío y nieve que viví en mi infancia.

En la actualidad, estoy deseando buscar un hueco en alguna parte para escapar de los rigores de meses como los que estamos teniendo, incluido mayo, cuando se registró la primera ola de calor. Uno de los viajes que hice con mi familia, donde pensaba que estaríamos a salvo por su clima atlántico, fue a Normandía. Leí que la temperatura máxima promedio en los meses de julio y agosto era de algo más de 20 grados. Mi sorpresa fue enorme cuando al ver la predicción para los días que íbamos a estar alojados en esa zona los termómetros iban a superar los treinta y muchos grados, llegando a los 40 y 41 en la sombra. He de confesar que durante la noche se podía dormir tapado, sin llegar al insomnio climático que hemos padecido muchas personas durante este verano.

El Mediterráneo también ha sido un destino duro, con una humedad que hacía que las temperaturas subieran y el sudor fuera una constante del día y de la noche. Durante el mes de agosto, a pesar de que la ola de calor no nos ha abandonado, el Pirineo aragonés ha sido mi refugio, aunque no estamos acostumbrados a los 35 y más grados de este verano, temperaturas inusuales en esta zona y que han sido parecidas al resto de la Comunidad Autónoma, exceptuando las noches. Otro fenómeno destacable es que en las cumbres cada vez queda menos nieve. También las tormentas de todo tipo han hecho acto de presencia: de agua, eléctricas, de viento… Esperemos que esta sea la parte más positiva, en lo que al agua se refiere, y acabe con épocas de sequía que vienen siendo cada vez más habituales.