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Una radiografía de cómo retrocede nuestra democracia

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ayer, acudiendo a inaugurar la nueva oficina para recuperar lo expoliado por la corrupcion.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ayer, acudiendo a inaugurar la nueva oficina para recuperar lo expoliado por la corrupcion. / AGUSTIN CATALÁN

Julián Arroyo Pomeda

"¡Siempre mañana, y nunca mañanamos!", Lope de Vega.

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Después de todo lo que ha caído, solo queda responder afirmativamente. Tantos y grandes han sido los niveles de corrupción que nadie se atrevería a pensar que todavía no se ha llegado al techo definitivo.

Sin embargo, las cosas podrían no haber acabado. Claro que este tema no se puede resolver con opiniones personales de tertulianos prestigiosos, porque requiere de respuestas objetivas, imparciales y no partidistas. Nuestra salud democrática no puede permitirse simples pareceres en un asunto tan crucial. No se trata de crear la realidad, sino de escribirla y reflejarla tal y como es. Para esto la iniciativa ciudadana "Más Democracia" ha realizado un análisis de los programas de nueve partidos políticos, comparándolos con los de 2015, mediante una encuesta de 51 preguntas en cuatro bloques de análisis: sistema electoral, corrupción, transparencia y ampliación de la democracia, en los que han intervenido 44 colaboradores para leerlos y poder contestar a la encuesta. 

¿Dónde va, pues, nuestra democracia, atendiendo a dichos resultados? No diré que a la deriva, pero sí camina hacia atrás, claramente. Todos los partidos descienden salvo uno, JxCAT, que, estando ya bajo, se mantiene igual. La lucha contra la corrupción obtiene una nota media de 0,4. Parecería que después de la moción de censura el asunto ha quedado resuelto, blanqueado u oculto. Poco ha durado el fuerte impulso por atacarla de modo que no llegue a suceder ya más. No es extraño que a la mínima vuelva a colarse de nuevo, poniéndose otra vez en el candelero. Da pánico la posibilidad de volver a las andadas.

Sin regeneración democrática no es posible emprender los cambios que exige la ciudadanía, pero la ampliación de la democracia obtiene una media muy baja, de 1,9, en relación a los 10 puntos máximos. ¿A qué aspiramos entonces? Nos conformamos con haber consolidado la democracia. Si no se atiende a los cambios que están planteándose en una sociedad dinámica como la nuestra, puede llegar un momento en que la gente empiece a desinflarse y a cuestionarse, incluso, el sistema democrático mismo. Si no somos capaces de apuntar ni siquiera alguna vía que pueda resolver las necesidades que se presentan, muchos podrían pensar que para qué la democracia. Todo sistema vivo y en crecimiento exige atentos cuidados, que, si no los tiene, podría degenerar.

En la sociedad española no hay en la actualidad más democracia, sino cada vez menos, lo que resulta muy peligroso para un sistema que lleva implantado entre nosotros menos de medio siglo. Por eso, pasada ya la alegría entusiasta de las últimas decenas del siglo XX, otra vez surge la zozobra, porque se envalentonan formaciones políticas de las derechas radicales. Ocurre no sólo aquí, entre nosotros, sino en la misma Europa. ¿De qué nos extrañamos entonces? O actuamos pronto, o tendremos que arrepentirnos después.

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