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Una España confederada es posible
Puigdemont y Rajoy, en la Moncloa, en abril del 2016. / DAVID CASTRO
Ovidi de Juan
Esta carta no pretende convencer ni cambiar las ideas de nadie, sino sencilla y únicamente exponer el modo de ver la situación de un ciudadano. Creo que, tanto con o sin referéndum, la vertebración actual de la España del 78 ya ha cumplido su función durante estos 40 años y ya no da más de sí. Bueno, no da más de sí tal como se está pilotando, y eso nos lleva a tener que replantearnos la concepción del Estado.
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Reconozco que, situándonos en 1978, no se podía ir más allá en aquellos tiempos porque todavía existía lo que entonces se llamaba 'ruido de sables' en las instituciones militares hereditarias de la dictadura. Hubo que cocinar (y ya fue mucho) ese "café para todos" del sistema autonómico. Se incluyó el concepto de "nacionalidades y regiones" en la Constitución, pero sin poder atreverse a ir más allá de incluir esos conceptos.
Si se hubiese podido, se debería de haber estructurado el Estado reconociendo que en él estuviesen, de forma diferenciada y reconocida, Euskadi, Catalunya y Galicia, pero no era posible en aquellos momentos. El hecho de esa "diferenciación y reconocimiento" no rompía para nada la España que quería instituirse en la nueva Constitución, y los siete ponentes que la confeccionaron dejaron esa puerta abierta para su posible desarrollo cuando llegasen tiempos mejores.
Una Constitución, cualquier Constitución, supone el establecimiento de unos mínimos para la convivencia, a partir de los cuales reglamentar y legislar esa convivencia hacia mayores cotas futuras. Una Constitución nunca establece unos máximos que no puedan traspasarse, mejorarse y modificarse hacia las mejoras que una nueva convivencia exija, adaptándose a cada tiempo.
Me parece que han llegado los tiempos de reconocer esa "diferenciación y reconocimiento" en el caso de las tres naciones mencionadas, es obvio. Y no voy a entrar en las realidades de otras que tal vez pudieran encontrarse en la situación de serlo también, como creo que es el caso de Andalucía y Canarias. La antigua Castilla y León, lógicamente, también debería reconocerse como nación, y el resto de las autonomías actuales seguro que encontraría su encaje en dichas naciones.
Por reconocer esas naciones diferenciadas España no se rompería. Solo habría que adaptarla a una nueva vertebración. Aunque quizá pueda parecer anticuado, yo creo que un futuro esperanzador y prometedor podría ser la creación de una Confederación Ibérica de Estados en la que, si así lo quisieran, hasta podría incluirse a Portugal. Una Confederación a la que cada parte confederada se adscribiese libre y voluntariamente, otorgando al Gobierno central aquellas competencias que decidiesen poner en común por el bien de todas las partes confederadas. Eso no es romper España, es vertebrarla de nuevo, reconstruirla hacia el futuro en una nueva concepción.
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