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Una de 'montapollos': la técnica preferida de comunicación de masas de Ciudadanos

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Aitor Castañeda Zumeta

Parte de la opinión pública, o la más afín al colectivo LGTB, ha decidido bautizar a Inés Arrimadas con el sobrenombre de la montapollos, al hilo de los sucesos que tuvieron lugar el Día del Orgullo en Madrid. Parece que esa misma opinión se ha percatado ya de la técnica preferida de comunicación de masas del partido naranja y sus caras visibles: exponerse a que les partan estas últimas, para después desprestigiar a todo un colectivo tildándolo de violento. Esta manera de comunicar es tan antigua como inmoral: se provoca un happening hurgando una herida, y cuando el dañado reacciona se le señala de agresivo, mordaz, inadaptado. En definitiva: "un rebelde o sedicioso a quien hay que parar", casi siempre afín a la izquierda.

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Esta manera de crear enemigos es totalmente política, muy en sintonía con aquella frase de Groucho Marx: "la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Llama la atención que de pronto España entera despierte a la maestría de Ciudadanos para hacer uso de aquélla, cuando no se entiende que cuando lo han hecho en Catalunya, País Vasco o Navarra no haya habido mayor reacción a nivel nacional.

Bastan pocos ejemplos: visitar el pueblo natal de Puigdemont pidiendo cárcel para él; visitar su casa de Waterloo para organizarle un escrache; visitar Alsasua después del encarcelamiento de los ocho jóvenes para tildar de terrorista a sus familias (esta última junto a otros invitados de derecha), o visitar el pueblo natal de Josu Ternera para señalar de etarras a sus conciudadanos. En ninguno de ellos hubo ni siquiera un calvo para los naranjas, por lo que tuvieron que inventar que al menos les miraron mal, no sea que medios afines se quedaran sin noticia.

Tal vez el mayor error de las y los Orgullosos de Madrid haya sido señalar a Arrimadas o pedir que se largara, pues era lo que ella quería. Un simple dar la espalda, como se hizo en los pueblos anteriores, la hubiera dejado en evidencia. Y otro error, eso sí, ha sido no manifestarse mucho antes contra los actos de su partido, lo que vuelve a dejar claro que lo que no sucede en Madrid o aledaños no interesa tanto a la opinión pública española, y que por lo tanto las periferias vuelven a quedarse fuera. Muy parecido al caso de Abascal, que cuando era parlamentario 'popular' vasco decía en Vitoria las mismas barbaridades que suelta ahora en Madrid y Bruselas, sin que ello supusiera ninguna reacción particular en el resto de España, como sí ahora que lo tienen en casa.

Debo pues felicitar a esa opinión pública que vislumbra a los montapollos cuando los tiene en su gallinero, sugiriendo también que agudice el ojo cuando el zorro está en el corral vecino, no sea que a fuerza de no mirarnos mutuamente perdamos todas las gallinas.

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