Tras el 14-F: "Y la tortilla se quemó por el mismo lado"

Hay un humorista en YouTube que dice que cuando un hombre y una mujer se conocen deberían saber lo peor de ellos para no llevarse sorpresas. Supongamos que en el debate de los candidatos catalanes emitido por La Sexta, los ponentes se hubiesen sincerado: "bajaremos los impuestos para beneficiar a los grandes capitales, pero reduciremos los recursos sociales, educativos y sanitarios", o "privatizaremos los servicios públicos con empresas que nos apoyan dentro del marco legal que nosotros establezcamos", o tal vez "gobernamos para una élite, pero sacaremos banderas para que la gente no se sienta ninguneada".

En el último debate electoral hubo que leer entre líneas: "El fuego cruzado contra Illa", como tituló EL PERIÓDICO, traslucía el rechazo de anteponer políticas de bienestar y justicia social frente a los que se ponen detrás de una bandera como la alegórica Marianne de la Revolución francesa, con la salvedad de que las revoluciones no se hacen con élites hablando de naciones, sino con ciudadanos hablando de derechos fundamentales. De haber sabido cómo se iba a desarrollar el debate, podría haberse retransmitido en la Monumental; el toro que se lidiaba era el público que contemplaba el espectáculo, y que por la pandemia salió manso con la baja participación.

Desde los tiempos de José Ortega y Gasset en el debate con Azaña en el Congreso de los Diputados en 1932, sobre el Estatuto de Cataluña, se ha hablado de conllevancia del Estado respecto a la política catalana, pero en los últimos años también se ha planteado que cuando una élite antepone su cosmovisión identitaria a debates de bienestar y justicia social, esa conllevancia queda fuera de la democracia deliberativa, y es lo que se pudo ver en el debate de La Sexta.

Lo que debe aprender el resto de España de estas elecciones es que no se debe votar en ningún sitio a los que eluden hablar de políticas de bienestar y servicios públicos mientras se distrae a la población con otros temas.