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De vez en cuando, en momentos en que necesito reflexionar acerca de mi vida, leo fragmentos de 'El Principito', de Saint-Exupéry. Tengo comprobado que me ayuda a ordenar mis ideas y me abre el camino para encontrar posibles soluciones a determinados problemas. Pero estas soluciones llevan su tiempo. A pesar de que todo en esta vida, y más en esta época vertiginosa de redes sociales y móviles inteligentes, está marcado por la inmediatez, nuestra mente necesita ese plazo en el cual vamos aprendiendo a encontrar respuestas ante cuestiones concretas. Son esos fragmentos de vida, que nunca recuperaremos, algo único y especial, durante los cuales podremos escuchar nuestro interior, prestando atención a todo aquello que hacemos e intentando comprender las circunstancias que nos mueven a tomar una determinada decisión. También tenemos que recuperar ese tiempo sin prisas para encontrar la esencia de las cosas, para mejorar las relaciones y crear vínculos más fuertes con las personas a las que queremos. Una de las frases del Principito, que expresa la prisa y el poco tiempo que los humanos dedicamos a lo realmente importante, dice: “Los hombre ya no tienen tiempo para conocer nada; compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos”.