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Tauromaquia, cruel diversión y negocio

Francisco Rivera, en plena faena con el primer toro.

Francisco Rivera, en plena faena con el primer toro. / EFE / JORGE ZAPATA

Si se solicita permiso al Ministerio de Cultura para un espectáculo en el que a un animal se le encabrita hincándole un arpón con cintas, con rabia se le hunde una puya en el cuello para que sangre a borbotones, se le clavan tres pares de arpones en el cerviguillo decorados con papel de colores y, como colofón, mientras el desconcertado animal ignora por qué lo torturan con tanta saña, se le da una estocada, que con suerte será certera, porque si no le someterán con el verduguillo a otra carnicería de varias puñaladas más.

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¿Se autorizará gubernativamente tal programa festivo? Entonces ¿por qué la terquedad e incongruencia en amparar las corridas de toros? La tauromaquia, vestigio del pasado, es cruel diversión y negocio de quienes se autoproclaman seres humanos y la sociedad actual ya no admite ensañamiento, si no respeto hacia el mundo animal.

Es abominable que se autorice el maltrato intencionado e injustificado a seres vivos con la atrocidad que conlleva.

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