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Susana Díaz: La soberbia que no necesita el nuevo PSOE
Susana Díaz, en una reunión del comité federal del PSOE, el pasado mes de octubre. /
REUTERS / ANDREA COMAS
Susana Díaz estaba cumpliendo un mandato de la estructura del partido y apareció como una ejecutiva orgullosa, segura de lo conseguido y muy capaz de llevar a cabo cualquier misión que se le encomiende. Es sincera, reconoce que le gusta el poder porque su ejercicio nunca le ha quitado el sueño, y los beneficios que implica le permiten disfrutar de la vida. Hasta aquí nada que objetar, como diría Max Weber. El suyo es el tipo social perfecto: descubrimos a alguien que, partiendo de una situación de cierta desventaja por origen, ha sabido aprovechar sus oportunidades políticas y mejorar competitivamente su status personal.
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Sin embargo, queda por mostrar la calidad personal; es decir, aquella que se refiere a lo que no es público. Ahí se oculta conscientemente y prefiere hablar de su trayectoria profesional. Susana semuestra solo como el producto acabado de las disputas de partido en las que ha ganado. Se vende a si misma como trabajadora tenaz y hasta entusiasta al servicio de unas metas que no sabemos cuales son exactamente, pero que ella tiene claras. No hace alusión al trabajo en equipo con sus colaboradores: parece la única llamada, por una junta de jefes sensibles y políticamente listos, a salvarnos a pesar de nosotros mismos.
La soberbia perfecta, bastante alejada del servicio público y de la decisión colectiva por la que pasará el nuevo modelo de PSOE (si es que ha de ser nuevo), y no mera repetición del modelo actualmente en crisis, que también estaba dirigido por los más capaces y exitosos.
En fin, paciencia con la presidenta y con los que son como ella. La realidad nos pondrá a todos en nuestro lugar.