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El progresismo debe defenderse de las fuerzas reaccionarias con argumentos
Celebración en la sede de VOX, tras los sorprendentes resultados electorales. / DAVID CASTRO
Manuel Blanco Campos
Vox fue el gran vencedor de la noche electoral y su triunfo ha sacudido los editoriales y noticieros de los medios de comunicación además de, por supuesto, las redes sociales.
Entretodos
No han sido pocos los analistas y personalidades públicas que se han horrorizado ante el auge de este partido que ha logrado captar a más de tres millones y medio de votantes y que entrará en el Congreso con un discurso abiertamente antifeminista, antiLGTBIQ, antiabortista, antiinmigracion, anti Estado de las autonomías, católico, centralista, taurino y nacionalista. Sin embargo, a pesar de haber suficientes motivos para la preocupación también los hay para el optimismo.
El progresismo, en general, ha de afrontar la entrada de los postulados de la derecha más radical en el debate público e institucional como una oportunidad para defender en una discusión política abierta la superioridad moral de los valores políticos progresistas y especialmente de aquellos vinculados al feminismo, la diversidad sexual y la solidaridad con los inmigrantes. Solo asumiendo esta discusión, que por aclamación popular en las recién celebradas elecciones ha pasado a ocupar el primer plano mediático, será que los movimientos politico-culturales enmarcados bajo la etiqueta del progresismo lograrán dar el salto definitivo, pasando de ser preponderantes a convertirse en hegemónicos.
Pero para lograrlo, las fuerzas políticas y la sociedad civil han de ser precavidos a la hora de caer en prejuicios y calificativos hacia los antagonistas políticos, el debate no debe tratar de quienes defienden una u otra postura sino que la discusión debe reconducirse a los argumentos que sostienen cada una de las posiciones con la finalidad de demostrar y convencer de la superioridad moral del progresismo frente a las fuerzas de la reacción.
La superioridad moral de los argumentos políticos conducen a la hegemonía cultural de los valores y principios de una época. Así, es momento de aprovechar esta oportunidad para defender las convicciones progresistas de la única forma que es posible hacerlo, con argumentos.
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