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Sueños y quimeras del PSOE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la reunión de la ejecutiva de este lunes.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la reunión de la ejecutiva de este lunes. / EFE / EMILIO NARANJO

Cuanto más hablan, más se desangra la familia socialista. Son obviedades que van dejando un relieve cada día más nítido de quienes utilizan las miserias de unos para satisfacerse. Con tanta elección, el maquiavelismo de los barones socialistas y sus cánticos deshojan, hasta la desnudez, la estructura de un ya falso socialismo muy alejado de su bases ciudadanas.

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Estas sirenas Homéricas convertidas en querubines maledicentes que habitan en feudos faraónicos, son seres creados para fagocitar lo poco que va quedando de la rebeldía que pide justicia social. Escuchar sus voces mesiánicas, mientras el Ulises Sánchez y sus hombres, taponando sus oídos y atados al mascarón de proa de una precaria nave socialista intentan eludir los hechizos y las seducciones de los bien llamados barones, es cuanto menos, una escena surrealista que describe la bacanal en la que viven estos nobles que ignoran, no solo a quien eligieron las bases, sino la singularidad del socialismo. Desde mi particular alféizar, contemplar estos cánticos de sirena es poco menos que asistir a un ajuste de cuentas o venganzas donde todos salen convertidos en víctimas. 

Más me parece que estas guerrillas obedecen a una estrategia pensada y con propósitos bien definidos que actúan cuando hay elecciones, por ser esa es su cadencia. Es cuando montan sus aquelarres: cantan apenas dos noche, atraen tertulias, amenizan las prensas y desaparecen a sus atalayas a observar cómo sus cánticos homéricos hacen efecto, que no es otro, que contemplar cómo la diáspora de la familia socialista va desangrándose, gota a gota, hacia un fatídico destino. No les hace falta nadie. Siguen siendo poderosos en la sombra. Tan poderosos que prefieren limpiar la casa y quedarse sin servidumbre a pesar de que fueron éstos quienes les auparon. 

Falta pues, voces que sean capaces de enfrentarse a ellos y les inviten a tomar la puerta de salida de una casa a la que no hacen honor, que les ponga donde les corresponde, desde luego no al lado del pueblo donde nunca han sabido estar. La orfandad es un mal nunca deseado, pero si es fruto del engaño, bienvenida sea; al menos es lo que dice la sensatez cuando los dirigentes se distancian tanto de las bases que hasta llegan a perder  la naturaleza de su ADN.

Falta alguien en el socialismo que acabe con esta diáspora que solo beneficia a los de siempre. Los socialistas siguen estando ahí; son parte esencial en nuestro país, en nuestro mundo. Su pensamiento nos hace iguales a todos en justicia y en libertad, basándose en la fraternidad entre los iguales y los diferentes; es un catálogo, nítido y claro donde todo el mundo civilizado desearía vivir. No, los socialistas no han desaparecido, han emigrado al amparo de otras familias porque quien rige su común casa los ha echado torticeramente con sus políticas arrogantes de desigualdad.

Pero siguen estando, como lo están todos esos exiliados que han tenido que marchar a Europa para poder sobrevivir y labrarse un futuro, pero siempre con la mirada puesta en el posible regreso que les acerque a sus infancias. Es hora de abrir los ojos a bondades que faciliten el retorno al hogar común; es hora de volver a aferrarse a la mano del otro y buscar miradas cómplices para no sentirse solo. La equidad y la justicia social son quimeras que residen en la razón y no en lugares utópicos aunque no lo parezca. Hay sociedades que así lo demuestran. Hay que romper falsos miedos y llamar por su nombre, sea honestidad o traición, las identidades de los hechos. Es hora de sacar de la escena socialista a quienes utilizan máscaras de farsante amparadas en dramaturgias de honestidad ¿Es hora de que el fariseísmo de los mercaderes deje de mancillar el orgullo de los Obreros Españoles.

Es hora de levantarse. Tengo que ir a trabajar. Buenos días.

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