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"Estamos tan solos los que vivimos solos, que la atención del aquel repartidor se agradecía"
Vivimos en una sociedad que condena a muchas personas a la soledad.
Los chicos de 'Àpats a domicili', del Ayuntamiento de Barcelona, me traen las comidas tres días a la semana: buenos días y gracias, desde hace más de un año. El repartidor habitual era Fabricio; se agradecía más su cordialidad, el dedicar algún minuto a escuchar las cuitas de uno. Si no fuera por él, seguiría con el sumidero atascado, echando agua caliente, producto para desatascar y nada. Me preguntó si es que no tenía seguro de hogar, lo tengo, de lo que carezco es de memoria, y anímicamente afecta, como cuando me pierdo por las calles. Tuve que aceptar hace unos años que me instalaran el aparato con el botón y el detector de humos.
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Estoy convencido de que no soy el único al que alienta; ayuda porque tiene un buen corazón y... estamos tan solos los que vivimos solos, sobre todo sin familia propia... Y pregunté por él a un compañero y me dijo que ya no trabajaba en la empresa. ¿Lo han despedido? Lamentable, además es mayor que los otros, imagino que tiene una familia a su cargo. Si esta carta, esta llamada, llegara a la dirección de la empresa creo que deberían reflexionar. Gracias, lo tengo presente en mis oraciones.