Solo existen dos tipos de humanos: los que cuando llueve dejan pasar a otros y los que no

Hoy llueve y, sin saber muy bien por qué, o precisamente por eso, me surgen ciertas dudas existenciales.

Me preguntaba, mientras las gotas deslizan por los cristales del autobús, ¿qué habría sucedido si Noé no hubiera tenido hijos? ¿A quién habría subido a su barco como representación  de la raza humana? ¿Un hombre y una mujer escogidos al azar?¿O bien un ciego y una ciega?¿Un cojo y una coja?¿Un gordo y una gorda?¿A cualquiera de ellas incluso mezcladas?

Sin duda, la única pregunta que podría llegar a responder y, paradójicamente, con ella todas las demás, es que no habría escogido por azar sino seguramente por la bondad y, por tanto, ni a un hombre ni a una mujer, sino a dos personas con toda su diversidad.

El argumento que justifica mi respuesta es bien sencillo. El estado físico o psíquico que nos define simplemente es un hecho transitorio y consecuentemente temporal, puesto que tarde o temprano todos olvidaremos nuestro nombre, o como pronunciarlo, o como suena en boca ajena. Nuestras piernas no nos soportaran y quizá los demás tampoco, no podremos leer por debajo del tamaño 24, nuestra piel perderá firmeza y entonces solo quedarás tú en esencia, solo tú con tu yo y valdrás lo que siempre deberías haber valido, tu peso en bondad.

Lo único que nos diferencia del resto es nuestra capacidad para comprender el entorno y a los seres que nos rodean, eso es bondad (un concepto antediluviano). Al fin y al cabo solo existen dos tipos de humanos, los que cuando llueve se apartan y dejan pasar a otros bajo la cornisa y los que no.

¿De qué clase eres tú?