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"La sobreprotección priva a los niños de su fuerza y los educa en la debilidad"

Unos padres llevan a sus niños al colegio.

Unos padres llevan a sus niños al colegio. / RAMON GABRIEL

¿Quién confía en los débiles? Cuesta hacerlo, ¿verdad? ¿Y confiar en ti mismo cuando el que se siente débil eres tú? Eso nos pasa porque la debilidad nos genera inseguridad y sentirnos amenazados, y nos desagrada porque como especie necesitamos la fortaleza para sobrevivir, para tirar adelante y luchar nuestras batallas diarias. Pero el miedo, el no atreverse ni a preguntar, la fragilidad, la no firmeza o el derrumbarse ante cualquier contrariedad, empieza a ser habitual en los niños y jóvenes que pasan cada día por la granja escuela donde trabajo (¡y pasan 18.000!).

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La sobreprotección, aquella que nos conecta con la debilidad, con el creer que "yo sin tu ayuda no puedo ni podré", o con el "te necesito para todo", incluso para que me digas cuáles son mis deberes del día por el WhatsApp de clase, empieza a ser habitual. Creer que los responsables de defenderme de todo son mis padres, o que mi felicidad es responsabilidad suya y no mía, se ha convertido en una creencia creciente, consecuencia directa de la pandemia de la sobreprotección, aquella que está convirtiendo a nuestros pequeños en frágiles y temerosos, desconfiados, inseguros y con bajas autoestimas.

La sobreprotección les priva de su fuerza y los educa en la debilidad. ¿Lo evitamos?

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