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¿Será Macedonia la nueva grieta de Europa?

El ministro de Exteriores de Macedonia, Nikola Dimitrov, y el mediador de la ONU, Matthew Nimetz, en una rueda de prensa en Skopje.

El ministro de Exteriores de Macedonia, Nikola Dimitrov, y el mediador de la ONU, Matthew Nimetz, en una rueda de prensa en Skopje. / EFE / GEORGI LICOVSKI

Hay naciones que son más conocidas por su nombre histórico que por su desarrollo como nación. Así ha sido el caso de la República de Macedonia, que ha cambiado de nombre.

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Y es que este país enclavado en el centro-sur de los Balcanes, antigua patria de Alejandro Magno, conocido desde la más remota antiguedad por sus (hoy agotadas) minas de oro, tiene bastantes aspectos que de una manera u otra afectaron, seriamente, en su dia a Europa.

Incluso pueden volver a hacerlo ahora, ya que se trata de un lugar, lamentablemente, muy castigado. Ocupado durante más de seis siglos por el imperio otomano, fue, al decaer este imperio, donde los turcos despechados más se ensañaron con su población.

El vacío de poder dejado por los diriegentes macedonios provocó largos conflictos a finales del siglo XIX y a principios del XX, en los que proliferaron tanto la violencia como el sectarismo. Con varias etnias desplazadas -su propia población, griegos, turcos, albaneses, serbios y hasta gitanos- tuvo el muy desagradable honor de inagurar los primeros campos de refugiados en territorio europeo.

Macedonia fue la verdadera obsesión de muchos países empecinados en su completo sometimiento. Más tarde, en la segunda Guerra Mundial, volvería a ser escenario de incontables y sangrientas atrocidades.

Pero si ha existido un país que mantenga una fijación más grande con Macedonia ha sido su vecina Bulgaria. Buena parte de la población macedonia se expresa en búlgaro a día de hoy, debido a una influencia tan impositiva como belicosa.

El gobierno de Sofía instigó varios sabotajes sin más fin que asegurar allí su futuro. Curiosamente, el poeta macedonio Koko Racin (seudónimo de Kostas Apostolov Soev), un intelectual autodidacta y progresista como Miguel Hernández o Joan Salvat Pappasseit, fue asesinado, al parecer, por agentes búlgaros en 1943.

En la zona balcánica no han acabado de corregirse y ni mucho menos de enmendarse los errores. Las heridas mal curadas siempre tienen la posibilidad de volver a infectarse. Parcialmente aislada del mundo, Macedonia no tuvo corresponsales de prensa hasta 1992. 

Con el 27% de su población activa desempleada y la corrupción arraigada en sus anteriores gobiernos, solo hay que esperar que el nuevo nombre de este pequeño e inquietante país le traiga algo que ha anhelado durante muchisímo tiempo: estabilidad.

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