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"Sanna Marin y las enseñanzas de ‘Sinuhé, el egipcio’"

La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin

La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin / Agencia EFE

Javier Ruiz Moreno

“‎La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo… El hombre huye de la verdad hacia las casas de placer con viajes y diversiones. Pero viene un día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el júbilo de pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo, en medio de sus semejantes…“. Lo expuesto es un párrafo del Capítulo I del Libro Primero de la novela ‘Sinuhé, el egipcio’ (1945), del escritor finlandés Mika Waltari, una de las mejores novelas del siglo XX. O la mejor para Terenci Moix.

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A raíz de la participación en una fiesta privada de Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, las críticas hacia su conducta, desde la oposición, siempre esperadas, y desde otros sectores, han sido incesantes. Marin se ha visto presionada a hacerse una prueba de laboratorio para demostrar que no consumió drogas.

Innecesario insistir que, advertido los servicios de seguridad y de localización, cualquier político puede hacer en su tiempo libre lo que considere, siempre, claro es, dentro del marco legal; que es lo que hizo Marin, plenamente consciente de que Finlandia está a punto de entrar en la OTAN y de que tiene a Rusia por vecino.

Y entro ahora en el subjetivismo. Si yo fuera ciudadano finlandés, me gustaría que a mi primera ministra le atrajera más, por ejemplo, la música de Jean Sibelius que no la que se muestra en el video de la polémica y que no puedo identificar; quién por cierto contribuyó con su música a fomentar la identidad de Finlandia como país independiente (1918), por ejemplo con su poema sinfónico ‘Finlandia’ (1899). Y en el contexto bélico actual, con Putin mirando hacia el Noroeste, quizá escucharía el ‘valse triste’ de Sibelius.

Y ‘Sinuhé el egipcio’. Marin se encuentra ahora tras su “diversión”, “sola, en medio de sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su soledad…”, porque, “la verdad es una llaga incurable".

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