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"Las bombas siguen cayendo del cielo y la miseria sigue matando de hambre"

Un chaleco abandonado en una playa.

Un chaleco abandonado en una playa. / EFE

El hastío de una guerra interminable en Oriente Medio desencadenó un éxodo masivo de familias inocentes que tuvieron que huir la violencia explícita y la sangre, pero también del sufrimiento psíquico por ser despojados de sus hogares, para migrar a orillas europeas en barcos de papel en busca de paz, calma y esperanza. Al otro lado del Mediterráneo se encontraba una Europa con dos facetas antagónicas: la Europa engreída que proclama la universalidad de los derechos humanos y la Europa tímida, acomplejada por albergar las semillas de un racismo institucional y social que se hallaba escondido bajo el fondo marino. Una Europa cómplice de la crueldad, de las masacres y de las heridas espeluznantes de Oriente Medio.

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Para esconder su inhumanidad, las oligarquías europeas, amparadas bajo políticas neoliberales y xenófobas y sostenidas por un capitalismo insaciable, optaron por manipularnos con su arma más poderosa: el miedo. Los gobiernos usaron el terror y en esta ocasión encontraron un enemigo perfecto: el inmigrante, fugitivo de guerra que viene a robarnos y a 'islamizarnos'. Los gobiernos insistían en el hecho de que esos refugiados eran los culpables de la crisis y de la precarización de nuestras vidas, tendiendo así cortinas de humo.

Los gobiernos trataban de convencernos del extremismo y del radicalismo de esos fugitivos musulmanes, temerarios terroristas que se esconden tras un velo. Los gobiernos volvieron a sumergirnos en el miedo irracional para denegar el asilo a personas que huyen de un infierno. A los gobiernos les beneficia atemorizarnos y hacernos creer que los terroristas son otros, para así legitimar sus actos inhumanos.

Si hay personas que arriesgan sus vidas en una patera, es porque en sus países las bombas siguen cayendo del cielo y la miseria sigue matando de hambre. Si la gente emprende, sin garantías, una arriesgada travesía en aguas desconocidas,aguas desconocidas, no es por capricho; es porque la tierra no quema, sino que arde.

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