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Rita Barberá: Y el canibalismo social se apoderó de las redes

Altar improvisado en recuerdo a Rita Barberá, ante el Ayuntamiento de València.

Altar improvisado en recuerdo a Rita Barberá, ante el Ayuntamiento de València. / MIGUEL LORENZO

José González Fuxà

Pareciera que España se ha levantado de celebración por el fallecimiento de un verdadero tirano. No prestándole atención a ciertas acciones políticas de dudosa calidad humana por parte de algunos grupos parlamentarios que, cegados por su sed ideológica, olvidaron y quebraron el mismo código ético que dicen empuñar, lo que me preocupa realmente hoy es más la sociedad que la política, pues parece que la gente ha olvidado lo que significa la muerte.

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Morirse (no importa cuán banal pueda sonar esto) significa dejar de existir, esto es, dejar de ser exalcaldesa de Valencia con una carrera política cuya honestidad es fácilmente cuestionable, pero también significa dejar de ser hermana, cuñada, amiga, compañera de trabajo, etcétera.

Esta mujer de la que muchos celebran su muerte como si de una dictadora se tratara, podría haber sido madre o simplemente esposa y haber quebrantado el buen obrar político del mismo modo. Yo invito a todos los que hoy festejan e injurian la dimensión humana de esta señora en virtud de su mal obrar político a que piensen que alegrarse por su muerte es alegrarse por el sufrimiento de aquellos que la rodeaban y la estimaban; que los que creen que merecía la muerte por un delito que no era de sangre reflexionen que, al mismo tiempo, están diciendo que sus familiares merecen sufrir el dolor por su pérdida por algo que ellos no hicieron, o que sus amigos están condenados a un sufrimiento semejante por la misma causa.

También les invito tras esta reflexión a que consideren la situación de los que próximamente la enterrarán, pero que la consideren en propia carne, que traten de entender el sufrimiento que acarrea perder a un ser querido a pesar de su mala obra, y si ya lo han experimentado, es de justicia exigirles que recuerden lo que hoy están sintiendo otros. Lo que hoy ha sucedido en las redes sociales no es más que una prueba del más vil canibalismo moral, el que olvida que los políticos pueden ser malos políticos, pero no pueden dejar de ser humanos.

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