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"La responsabilidad de El Liceu: abrir el arte sublime de la ópera a la sociedad"

La gata perduda la ópera comunitaria del raval encandila el Liceu

La gata perduda la ópera comunitaria del raval encandila el Liceu / ELISENDA PONS

Javier Ruiz Moreno

Barcelona cuenta con tres grandes teatros musicales. Uno más reciente, el Auditori, y otros dos muy clásicos: el Palau de la Música (1908) y el Liceu (1847). De este último teatro se ha escrito mucho acerca de su vinculación con la burguesía catalana, pero, como subraya Albert Sáez en su artículo (El Liceu y la Barcelona del futuro), esa vinculación ‘fue’, porque de manera progresiva dejó de serlo cuando, en 1980, coincidiendo con el fallecimiento de Joan Antoni Pamias, la Sociedad del Gran Teatre del Liceu cedió la gestión del mismo al consorcio actual. En coherencia, tras el incendio de 1994, su reconstrucción a cargo del arquitecto Ignasi de Solà-Morales, ‘sacrificó’ la fastuosidad de los palcos por la sencillez.

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Desde entonces, las diferentes juntas han tratado -no podía ser de otra forma al ser la financiación mayormente pública- de acercar el Liceu al gran público. Y se ha conseguido, hasta el presente, con iniciativas como el ‘Liceu a la Fresca’, para más de 150 municipios en España; ‘Liceu+Live’, a precios realmente bajos; ‘LiceuApren’, y ‘Liceuapropa’, que acerca la ópera a aficionados con algún tipo de minusvalía; y ahora con la ópera comunitaria ‘La gata perduda’.

La ópera es un género musical teatral en el que la sincronización de escena, instrumentación musical y canto individual y coral la hacen única, y que alcanza, con Richard Wagner, el ‘arte total’. Por tanto, además de lograr que el Liceu sea para todos, mantener viva la ópera forma parte también de la responsabilidad social de su dirección. Ahí están Valentí Oviedo, Víctor García de Pomar y colaboradores para abrir ese arte sublime a la sociedad civil en su máxima extensión.

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