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Residencias: "No quiero enfrentarme otra vez a la muerte en soledad de un ser querido"

La residencia de ancianos La Pau (Barcelona), el pasado mayo.

La residencia de ancianos La Pau (Barcelona), el pasado mayo. / FERRAN NADEU

Esta pandemia se ha cebado en nuestros mayores; muchos nos han dejado, muchos han muerto de soledad, melancolía, depresión. Muchos de sus hijos llevamos meses y meses sin verlos; apenas 30 minutos, con mascarillas, con guantes, sin poder tocarlos ni abrazarlos. Muchos de ellos tienen enfermedades mentales como alzhéimer, demencia senil, donde el contacto y el ver a sus seres queridos es imprescindible para recordarnos

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La pandemia avanza y otra vez se cierran las visitas en las residencias de ancianos. Otra vez, la larga espera que se hace eterna porque ves que el problema va para largo... Ya piensas en septiembre y octubre con la llegada de la gripe, y que no volverás a verlos jamás, que tendrás que despedirte cuando ya no estén, que las lágrimas se vaciarán en la más profunda soledad, que tu rabia interior no te dejará avanzar, que tu historia será otra vez la de miles de historias que pasaron en la primera oleada. 

No quiero enfrentarme otra vez a la muerte en soledad de un ser querido. Ya sé que es imprescindible cuidar y salvaguardar la salud de los más vulnerables, pero ¿no han pensado en que estas personas tienen sentimientos arraigados hacia sus hijos, mujeres, hermanos? ¿No se pueden establecer protocolos seguros para que estas personas puedan ser visitadas por sus seres queridos? La depresión mata a veces más que el virus, el abandono que ellos sienten es inenarrable; dejan de comer, de comunicarse, se abandonan porque es fácil pensar que si no te vienen a ver tus hijos es porque no les importas, porque en las enfermedades seniles, la cabeza te juega malas pasadas y dejas de recordar la imagen de tus familiares más allegados.

Entiendo que es una situación muy difícil para las residencias, pero no quiero una tercera oleada donde no pueda ver a mi madre nunca más, como me sucedió con mi padre. Porque si siguen así las cosas, no veré a mi madre en mucho tiempo y esto, señores, no es bueno ni para nuestros mayores ni para sus hijos, que no quieren abandonarlos a su suerte, que estamos pendientes de ellos, que les queremos y que no nos damos por vencidos.

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