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Repensar las manifestaciones después del covid-19
Manifestación del Primero de Mayo en el centro de Barcelona, en el 2018. / ARCHIVO / JORDI COTRINA
Andrea Mercé Navarro Ruiz
Cuando pensamos en esa "nueva normalidad" de la que tanto se habla últimamente nos preguntamos qué ocurrirá con las discotecas, con los festivales de música o con esa, ahora insana, costumbre tan española de abrazarnos antes incluso de intercambiar nuestros nombres. Nos preguntamos qué sucederá con la economía, con los sistemas públicos que sostienen el Estado del bienestar. Nos preguntamos por el futuro de la democracia. ¿O no?
Entretodos
Poco se habla del futuro de la democracia para el peso que tiene. Sabemos que, aunque recuperemos el derecho a circular libremente por la calle, el derecho a la reunión se quedará durante unos cuantos meses, o años, en estado de semicongelación. Pero ¿quiere decir eso que no podamos manifestarnos?
Se debate sobre nuevos modelos educativos y laborales, quizá deberíamos pensar también en nuevos modelos de reivindicación social. Porque, asumámoslo, vamos a tener que manifestarnos más pronto que tarde y seguramente no podremos hacerlo tomando las calles de forma masiva como tradicionalmente se ha hecho. Es necesario que busquemos alternativas para recuperar la soberanía popular, para dar espacio a nuestras voces más allá de una papeleta electoral metida en una urna.
Debemos aprovechar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, apoderarnos de las redes, tomar conciencia del valor de nuestros datos, crear plataformas de presión ciudadana. Si no podemos salir en masa, pues bien, tomemos los puntos estratégicos en grupos pequeños. Y esto no es un llamamiento a la guerra, ni a la quema de contenedores: esto es una llamada al diálogo. Porque la democracia jamás debería convertirse en un soliloquio.
El ser humano es el ser vivo con mayor capacidad de adaptación. Nos hemos adaptado al frío, al calor, al hambre. Pero ahora podemos elegir. Podemos elegir adaptar nuestras herramientas en lugar de nuestra tolerancia a la precarización de nuestras vidas, del Estado del bienestar. Adaptémonos, sí, pero para caminar hacia delante.
Participaciones de loslectores
Fernando Simón se merece nuestro respeto
Ángel Conesa Grosso Sant Cugat del Vallés
Somos insolidarios, no nos engañemos
José Minguell Calvo L'Hospitalet de Llobregat
Másdebates
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