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Rendidos a la pornografía

Una joven entra en una web de videos pornográficos en la habitación de su casa.

Una joven entra en una web de videos pornográficos en la habitación de su casa. / JOSEP GARCIA

Disminuye hasta los 6 años la edad de acceso a la pornografía. Desde 2017, ha aumentado de forma considerable la violencia de género entre menores. Al mismo tiempo, la hipersexualización en las redes sociales se ha convertido, en muchos casos, en la puerta de entrada a la pornografía y a la prostitución.

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Y con todo ello, cuando en la televisión surge un programa dispuesto a tratar el tema, aparece un discurso sesgado, bajo el que se pretende blanquear la pornografía: "Ya que la van a consumir, al menos que sea ética". Así lo he visto recientemente en tres programas: dos de la televisión pública estatal y uno de la televisión autonómica. Entre las tertulianas y tertulianos, no he visto a nadie suficientemente documentado para abordar las consecuencias (probadas científicamente) que puede tener el consumo de pornografía en el cerebro (en especial, en el de la infancia juventud), en sus relaciones sexuales o la relación de la pornografía con la trata de personas y la prostitución.

El surrealismo ha llegado hasta tal punto que hay quien habla del 'satisfyer' como la nueva revolución sexual de las mujeres. No existe revolución sin afecto ni responsabilidad. Si solo pensamos en la autosatisfacción al final acabaremos solos: la autorreferencialidad absoluta impide el placer de la comunicación y logra que nada nos colme, ni el 'satisfyer'.

Pienso en la necesidad urgente de una educación afectiva-sexual integral, que tenga en cuenta todas las dimensiones del ser humano y que respete todas las cosmovisiones. Una educación en la que la mayoría se sienta cómoda y que no dañe a la mujer, que sigue siendo la más perjudicada. Sin embargo, sin un cerebro social que nos ayude a ponernos en los zapatos del otro y nos aleje del egocentrismo, esa pedagogía no irá más allá de la perpetuación de modelos ya conocidos.

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