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Para Amazon, ni eres ni fuiste

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Amazon / Reuters

Si darse de baja del operador de fibra o de la compañía de móviles es ya un ejercicio insensato y de alto riesgo para la salud, desaparecer de algunas redes digitales es otro ejercicio de paciencia cuando no una exhortación a una vorágine de frustraciones.

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Más simple, instantáneo y fulminante es en Amazon. Será que el gigante de Seattle, cada vez más robotizado y gobernado por los algoritmos, pierde en emociones lo que gana en dividendos.

De repente, tu cuenta, añeja y de uso frecuente, se extingue. Estupefacción y desconcierto. Te dicen desde la compañía que han recibido un email solicitando la baja. No importa que no hayas sido tú quien lo haya enviado, que insistas en que ni sabes qué pudo pasar ni que implores reactivarla. Pero tampoco te remiten copia de esos emails ni la razón de la cancelación, que ignoras. Y Jeff Bezos ni se pone al teléfono, siempre reunido.

A partir de ahí, el destierro al confín de la nada. Ni eres ni fuiste. Lo pierdes todo, tus pedidos, recibos, facturas, libros digitales, listas de deseos e incluso tus compras previas a la cancelación y aún en tránsito, ruina y desolación, pero un azaroso y acaso beneficioso salvoconducto, por otra parte, al comercio tradicional.

 

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