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"Que nos pongamos de acuerdo": Lo que no hemos dicho los electores

Combo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante el debate de investidura que se saldó con la segunda votación fallida para el socialista.

Combo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante el debate de investidura que se saldó con la segunda votación fallida para el socialista. / EFE

Jesús Pichel

"Los españoles nos han dicho que nos pongamos de acuerdo". Esta frase, u otras parecidas, ha sido recurrente en el discurso político desde las elecciones del 28-A, visto que ningún partido en solitario puede constituir gobierno. Pero no es exactamente así. Los españoles -en rigor, los electores- no hemos dicho nada de eso. Nos hemos limitado a votar cada quien según su criterio y el resultado, ley electoral mediante, ha sido el que ha sido, pero no creo que ningún elector haya votado con la pretensión de que su partido no fuese mayoritario y necesitara ponerse de acuerdo con otros.

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Que ese resultado de alguna manera obligue a negociar y a buscar apoyos para que un candidato a presidente sea investido por el Congreso, o que la falta de acuerdo nos lleve a la convocatoria de nuevas elecciones, es evidente, pero desde luego no es un mandato popular, sino un hecho. Como un hecho es que el Jefe del Estado, tras la ronda de consultas, propuso a Sánchez como candidato a la Presidencia del Gobierno y este aceptó el encargo. Y en esas estamos.

En las democracias representativas no son los electores, sino los elegidosquienes deben tomar las decisiones para resolver los problemas que se presentan. Y el problema hoy es que, para que el candidato propuesto sea investido y forme gobierno, su partido debe negociar y, en su caso, compartir el poder con otros, guste o no a los electores propios o ajenos. Ese es el para qué de la negociación.

Y de esa finalidad se derivan al menos dos problemascon quién, o quiénes, negociar, bien por afinidades programáticas, bien por pura aritmética parlamentaria, y qué negociar, o, lo que es lo mismo, establecer los límites de lo negociable marcando qué se puede ceder y qué es irrenunciable. Y en ese trance, de nuevo los electores estamos al margen: son los partidos de los elegidos quienes toman las decisiones.

Falló el primer intento de investidura, como estaba previsto, y ha fallado el segundo intento que puede ser el último si no se logra algún acuerdo antes del 23 de septiembre. En todos los casos, los electores hemos sido y seremos espectadores pacientes, atónitos, esperanzados o avergonzados.

Solo si fracasan definitivamente las negociaciones y se convocan elecciones para el 10 de noviembre, los electores volveremos a tener la capacidad de valorar la situación, pronunciarnos sobre lo que ha pasado y qué hacer con nuestro voto.

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