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Colonizar el espacio público, una pulsión totalitaria del independentismo

Las cruces amarillas se apoderaron de la playa de Llafranc

Las cruces amarillas se apoderaron de la playa de Llafranc / @Rosewelz (TWITTER)

Ramón Sánchez Ramón

El miércoles 18 de julio me ocurrió algo que me parece un ejemplo más de la ocupación del terreno público que el independentismo intenta. A través de las redes sociales había recibido una invitación para asistir al cineclub del Reial Cercle Artístic de Barcelona. La película era atractiva y estaría el director. El salón de actos estaba lleno, tuve dificultad para encontrar un asiento y había gente de pie.

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El acto fue presentado por alguien del Reial Cercle cuyo nombre no quiero dar porque no estoy seguro. Pero ante mi sorpresa comenzó la presentación de la película diciendo que tenía que hablar de la situación política y reclamar tanto la liberación de los presos políticos como la vuelta del gobierno en el exilio. Eso me parece, al menos, una grosería, porque a mí se me había invitado a otra cosa y porque el presentador se aprovechaba de que él poseía el micrófono y yo no. Nadie había ido allí a un debate sobre la independencia y menos a un acto de propaganda política.

Me levanté para salir en señal de protesta y al verme continuó diciendo que alguien podía no estar de acuerdo, pero que eso era la democracia. Antes de salir le contesté que no era democracia aprovechar que estábamos invitados a ver una película para hablar de sus opiniones políticas.

Además de grosero, es una actitud totalitaria colonizar el espacio público, convencidos de que su verdad es absoluta y lo legitima. Eso no es democracia, como no sería democrático un Estado que intentara invadir nuestras conciencias a su gusto, nuestros gustos, actitudes y creencias, nuestro espacio familiar, nuestros lugares de juego, de educación o de culto. Esto es, por cierto, lo que hacía el franquismo desde el Estado. Deliberadamente no uso la palabra fascista, porque el fascismo histórico justificaba la violencia física como instrumento político y de momento no lo han hecho, salvo los CDR. Pero el independentismo sí tiene compulsiones totalitarias y quizá habría que redefinir qué entendemos por violencia política en las democracias avanzadas del s. XXI.

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