Sin duda alguna, cuando los jueces alemanes entreguen a Puigdemont al magistrado Llarena, este será condenado a pena de prisión. No obstante, cuando esté encarcelado en alguna prisión española continuará dando guerra. Puigdemont es un político tozudo y surrealista y siempre presentará batalla. Es igual que esté en libertad provisional en Bruselas o Berlín, o en la cárcel.
Puigdemont, que era un presidente temporal, trazó su propio plan, y ahora, las consecuencias son muy diversas. Roger Torrent no puede proponer legalmente su candidatura; Rajoy cada día está más erosionado; en Catalunya baja el turismo; las inversiones de empresas extranjeras flojean; por su culpa, Esquerra Republicana cada día está más nerviosa; y lo peor de todo: con Puigdemont muchos catalanes estamos descontentos y aburridos.
Insisto: Puigdemont sigue ahí, muy lejos de la realidad.