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"Produce pena el intento de pescar en el río revuelto del 17-A"

Protestas contra la presencia de Felipe VI y otros dirigentes después del 17-A

Protestas contra la presencia de Felipe VI y otros dirigentes después del 17-A / LLUIS GENE

El 17 de agosto del 2017 se produjo el atentado de La Rambla de Barcelona. Como consecuencia del mismo hubo 16 fallecidos, 15 en el mismo instante más otra persona herida que falleció 10 días después y quien el terrorista robó su coche para la huida. 

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Posteriormente en Cambrils siguió la orgía asesina la madrugada del día siguiente. Dos fechas negras para Catalunya y España que dejaron familias quebradas, la de los asesinados pero también la de los asesinos. Porque a veces, en el fragor del impacto y la indignación olvidamos injustamente este hecho.

¿Cómo quedaron después de conocer lo que sus allegados hicieron a esas gentes? Probablemente doblemente doloridas, con la vergüenza y el dolor. A veces se escribe la parte de la historia de quienes fueron víctimas inocentes, lógico, pero olvidamos situarnos también en el lugar de los próximos a los victimarios

Conviene también recordar que estos hechos se produjeron en plena confrontación entre el Gobierno central y la Generalitat, que trajo como consecuencia la batalla dialéctica posterior sobre las responsabilidades en las que pudiera haber incurrido cada cual. Aquellos rifi rafes resultaron lamentables, como lo son los que a pocos días del primer aniversario se vuelven a reproducir.

¿Hubo responsabilidad y/o negligencia? Parece que sí. ¿De quién o quiénes? El levantamiento del secreto del sumario deja al aire las vergüenzas de las policías de ambos lados. Resulta evidente que la responsabilidad final es siempre de los terroristas, pero no se debe esconder la cabeza debajo del ala.

¿Sirve para algo echarse la culpa uno a otro? ¿Devolverá la vida a esas 16 personas conocer quién falló? Indudablemente no, pero sería bueno que ambas partes se pudieran al menos poner de acuerdo para evitar un nuevo caso en el futuro.

En este aniversario afloran los errores políticos que afectan a los humanos, en especial a las víctimas. Produce pena esta ceremonia de la confusión; este intento de intentar pescar en río revuelto. Lo que debería ser un acto de homenaje, de apoyo, de solidaridad con las víctimas corre el peligro en convertirse en una continuación de las reyertas palaciegas.

Aún queda tiempo para recuperar el sentido común, que cada vez más resulta ser el menos común de los sentidos. De aparcar para el día después esas cuitas mediocres, de tener generosidad y estar a la altura de lo que la inmensa mayoría de la sociedad demanda.

Quizás sería bueno que volvieran a escuchar y ver aquella alocución memorable que la periodista Gemma Nierga pronunció precisamente en Barcelona después de la histórica manifestación de repulsa ante el asesinato de Ernest Lluch a manos de ETA.

"Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor".

Quienes hace un año fallecieron ese día, su memoria, sus allegados y ambas sociedades se lo merecen. Veremos.

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