Preservemos la idiosincrasia de Barcelona, mi ciudad

Camino por la ciudad. Recorro sus calles. Es un domingo cualquiera. Mis inquietos pies me conducen a un destino no cierto, improvisado. Paso a paso disfruto de cada palmo, de cada metro, acompañado de unos intensos rayos de sol otoñales. Una rambla, una calle, un pasaje, un callejón, otra calle, una plaza, un paseo, otra calle, una avenida, y unas cuantas calles más... Transcurrida la mañana, y el mediodía, ya cae la tarde.

Mis pasos, ahora sí, me dirigen a un lugar concreto, de descanso: un banco en plena zona peatonal, alejada del bullicio. Mis cansadas piernas lo agradecen. Y mi mente, saturada de imágenes capturadas de la ciudad durante todo el paseo. Me tomo unos minutos recostado sobre el banco, con la mirada perdida, en busca de sosiego mental, y físico. Tras una larga pausa, mi cerebro comienza a despejarse, a carburar. Ya en orden, me domina el impulso de escribir. ¿Por dónde empiezo?, me pregunto.

"Pues por el principio", me contesto. Y me invaden otras preguntas: ¿Por el principio de qué?, ¿por el principio de la vida?. "No, por supuesto que no, escribe sobre este día", me digo. Y me pongo a ello. No con lápiz y en papel, sino en un bloc de notas del teléfono móvil. Cosas de la tecnología. Y he aquí el resultado: la narración prosaica (exclúyase la acepción de insulsa o vulgar) de un maravilloso día recorriendo las arterias de Barcelona, mi ciudad.

Tras ello, mi siguiente pensamiento es el de invocar a los ciudadanos barceloneses y a las instituciones competentes para que entre todos preservemos, y mejoremos, su espíritu, sus barrios, sus gentes, sus comercios, su multiculturalidad; en definitiva, la idiosincracia de esta nuestra ciudad.