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El color favorito de mi primo de cinco años es el rosa

Un niño observa una tienda de regalos junto a su padre, en Madrid.

Un niño observa una tienda de regalos junto a su padre, en Madrid.

El color favorito de mi primo Bruno, de cinco años, es el rosa. En casa, mi tía lo ha educado huyendo de los estereotipos de género: quiere que crezca libremente, sin tratar de encajarlo en un molde en el que quizás no se sienta cómodo. Incluso los Reyes Magos,  colaborando por la causa, le traen regalos que están culturalmente asociados a los niños y otros que se asocian a las niñas.

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Bruno, pese a su corta edad, ya toma decisiones. Una de ellas es que el color que más le atrae es el rosa. Sí, el rosa, un color que antes de la Segunda Guerra Mundial era más cercano a los niños pero que ahora está ligado a la feminidad normativa.

Temo por el momento en el que la sociedad, probablemente reflejada en los niños del colegio, le meta a la fuerza en un molde que lo limite, asegurándole cosas como que su cocina de juguete o su agrado por el color rosa son motivos más que suficientes para avergonzarse.

En mi carta a los Reyes Magos, voy a pedir fortaleza interna para todos los Brunos y Brunas para que, con la ayuda de sus familias, huyan de los fantasmas heredados de un modelo social anticuado y que fomenta la desigualdad entre hombres y mujeres. Para los demás niños y niñas, me gustaría pedir una educación que evite los estereotipos de género y les permita descubrir, sin prejuicios, su verdadera identidad

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