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Por qué los catalanes sí tenemos que preguntar a los españoles si nos podemos ir

Urnas y papeletas preparadas para el referéndum del 1-O.

Urnas y papeletas preparadas para el referéndum del 1-O.

Joan Sada Vidal

El lector Pau Ferrer nos dice en su carta que los catalanes "no" tenemos que preguntar a nuestros vecinos si nos podemos ir. Y lo argumenta retrocediendo al siglo XI para hablarnos de la lengua. Y pasando a la política nos ilustra diciendo que antes, o en los albores del siglo X, Catalunya era un ente diferenciado, es decir, un condado, reino o nación; Catalunya existía como otros reinos o principados pero España no, y fue en 1659 cuando se creó el Estado de España, y Catalunya, que en aquél entonces pasó por muchas vicisitudes, quedó dentro de ese estado.

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Estos son sus argumentos. Ahora van los míos por los que creo que para marcharnos sí tendríamos que preguntar si nos podemos ir. Tres razones:

Una, la deuda pública de Catalunya es de algo más de 78.000 millones de euros, de los cuales más de 57.000 los debemos al Estado. ¿Alguien puede pensar que podemos irnos de rositas? Basta con observar el litigio del Reino Unido con la Unión Europea a cuenta del Brexit.

Dos, en el referéndum de la Constitución el 95% de los catalanes votaron sí al texto. Algo habrá que preguntarles a los que lo votaron y aún viven, si están de acuerdo con respetar o no la Carta Magna.

Y tres, el independentismo sólo cuenta con el 47% de los votos. ¿No es obvio que el 52% restante tiene más derecho a quedarse, que no que ese 47% intente obligarle a irse? Claro que si el presidente del 47%, en una más de sus ocurrencias, es capaz de decir que la democracia está por encima de las leyes, apaga y vámonos.

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