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Política española: los pactos de unos y otros

Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal

Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal

Mario Martín

Lejos quedan los tiempos en que 10.127.392 españoles coincidieron en votar por una misma papeleta electoral, como sucedió con la del PSOE, en 1982, encabezada por Felipe González. En 1996 el Partido Popular ganó las elecciones con un apoyo de 9.716.006 votantes, con un bipartidismo asentado, ocupando ambas formaciones un amplio espectro desde el centro sociológico moderado, tanto hacia la derecha (PP), como hacia el izquierda (PSOE), lo cual se mantuvo hasta las elecciones de 2015, con la irrupción de Podemos Ciudadanos.

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El espectro político español se ha atomizado hasta estar ocupado por cinco formaciones; fenómeno que, como primera consecuencia, hace que un resultado cercano al 20% de los votos tenga opciones reales de gobernar en cualquier circunscripción, convirtiendo la política de pactos en esencial. España no está acostumbrada a la política de pactos para construir mayorías, y adquirir ese hábito hace que sea necesario desterrar las habituales descalificaciones de las formaciones que no forman parte de esos acuerdos.

Aún siguen retumbando las críticas sobre las características políticas de los integrantes de la mayoría que apoyó la moción de censura a Mariano Rajoy el 1 de junio de 2018 poniendo el énfasis en las diferencias entre todos ellos, pero ignorando, maliciosamente, que su principal punto de acuerdo era la desconfianza al ya ex-presidente. Y ahora es el propio presidente actual del Gobierno, Pedro Sánchez, quién se ha permitido descalificar la previsible mayoría formada en el Parlamento Andaluz entre el PP, Ciudadanos y al apoyo, más o menos explícito, de Vox, calificando el pacto alcanzado en Andalucía como "peligroso" y acusando a Ciudadanos de "abrazar las tesis de ultraderecha de Vox". 

Nuestros políticos, unos y otros, parecen coincidir con el filósofo y profesor de la Universidad de Georgetown Jason Brennan, al pensar que "el problema de la democracia son sus votantes", especialmente si no votan lo que a sus intereses parciales más interesa. Así, se respeta cuando uno recibe sus votos, pero no cuando ello no sucede, sin intentar comprender el por qué del sentido del voto que, con seguridad, tendrá mucho que ver con sus propios errores políticos. Los políticos deben construir mayorías con los resultados obtenidos a través de los necesarios pactos, evitándonos a todos descalificaciones sobre la composición de esas mayorías, que serán heterogéneas por la propia peculiaridad del espectro político en el que los españoles han decidido verse representados. 

El señor Casado, como líder de la oposición, debe presentar alternativas más allá de recordar permanentemente las diferencias entre quienes apoyaron la moción de censura a Mariano Rajoy; y el presidente del Gobierno, gobernar, sin caer en la descalificación hacia las mayorías que no le son propias, evitando ver la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. 

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