"Pido el mismo respeto, respeto y dignidad para las víctimas que hace un año"

Me vienen a la memoria imágenes de aquel día. Un día cualquiera de la segunda mitad de agosto. Era un día de intenso calor y muchos buscábamos cómo sobrevivir al verano en la ciudad. Compras en lugares refrigerados, bebidas frescas en una terraza, paseos a la sombra de los plátanos en La Rambla...

Una llamada de teléfono de mis hijos me puso sobre aviso de lo que acababa de suceder. No entendía lo que me decían; yo estaba en casa y no había oído nada. Acababa de pasar. Ellos estaban bien y oírles me tranquilizó. 

Pero a partir de ese momento, una realidad impensable, brutal, retrasmitida por televisión minuto a minuto, fue llenando todos los huecos de esa apacible tarde de verano. El miedo, el espanto, la desolación lo ocupó todo.

De las imágenes confusas, precipitadas, se repetía una que creo se nos quedó a todos grabada en la memoria: un carrito de bebé tumbado en un lado del paseo. El terror no había respetado nada y ahora lo sabíamos.

Al día siguiente, miles de personas de manera espontánea ocuparon ese espacio. Había que llenarlo de vida. Recoger el testigo de los que allí, horas antes y contra su voluntad, lo habían abandonado. Como homenaje doliente de todos, para todas y todos ellos. Los que habían perdido la vida, los que luchaban por ella.

Ha pasado un año y pediría que el mismo silencio, el mismo respeto, la misma dignidad y el mismo dolor que se sintió ese 18 de agosto -y que está intacto después de 12 meses-, sea el espacio en el que transcurra ese nuevo homenaje de la ciudad de Barcelona a las víctimas del terror de ese fatídico día.