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"Perdón histórico o histérico"

Claudia Sheinbaum, presidenta de México.

Claudia Sheinbaum, presidenta de México. / Europa Press/Contacto/Luis Barron

Hay una forma de hacer las cosas, de construir la historia que ha sido transversal en el devenir de la humanidad: el ejercicio de la violencia para imponer determinados intereses personales o grupales sobre los intereses semejantes, que no iguales, de los 'otros'.

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Este hecho no es una injusticia agarrada a un momento y a un lugar históricos concretos, es la condición sin la cual no funcionan los sistemas económicos de producción y reparto de riqueza, el sistema de ahora mismo y el de 1492 también.

En los siglo XVI y XVII, la Península Ibérica, no solo España, contribuimos a incrementar la propiedad privada acumulable, el oro americano permitió a los monarcas patrios endeudarse para sostener guerras familiares y de religión en Europa. Carlos V enriqueció a sus prestamistas alemanes, franceses e italianos; Portugal colaboró con los ingleses, los convirtieron en banqueros que capitalizaron la primera acumulación de riqueza especulativa en Europa, imprescindible para el nacimiento del capitalismo financiero de los siglos XVIII y XIX.

Fuimos consecuentes, formábamos parte del sistema, durante la conquista de América. Y lo somos ahora y, a lo peor, los mexicanos también. El enfrentamiento es siempre entre poseedores y desposeídos, pero solemos olvidarlo, para investirnos de una autoridad moral e histórica, por no decir histérica, que nos dé dignidad nacional aparente, en ambos extremos de la relación internacional. Y nos ocultan que la justicia social es la única respuesta válida al agravio común de la desigualdad económica, que afecta por igual a ambas sociedades.

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