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"Mi padre murió solo"

Una calle de un cementerio de Barcelona en una imagen de archivo.

Una calle de un cementerio de Barcelona en una imagen de archivo. / JOAN CORTADELLAS

Pedro Ruiz Losilla

Hoy, lunes, justo se cumple una semana de cuando a mi querido padre  le recogía la ambulancia para llevarlo al hospital, a petición de su doctora que no le notaba bien la respiración al hablar por teléfono. Él, hombre de 73 años (cumplía 74 al día siguiente) bajaba solo (protocolo de seguridad) en el ascensor y era llevado hasta el hospital. Nadie podía imaginarse lo que iba a ocurrir en los siguientes días.

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Hablé con él el martes, la última vez. Se le veía con dificultad para hablar por la mascarilla y esa neumonía que el virus le había provocado. Le deseaba que se recuperara pronto pero que no se esperara salir pronto, que había "para rato". Él me decía, optimista, que sí y de paso, escuchando la voz de mis dos pequeños, los saludaba, la última vez... Llegó el miércoles y su estado empeoró hasta el punto de que la oxigenación por mascarilla no era suficiente. Había que ser más precisos. Era necesaria la intubación y conectarlo a un respirador, respirador que los médicos, muy a su pesar, nos dijeron que no había disponibles.

De la madrugada del miércoles al jueves nos dijeron que nos hiciéramos a la idea de que el camino era de no retorno y él, allí, solo. A pesar de ello, el jueves al mediodía estaba comiendo y preguntándole al médico que "cómo lo veía", este le contestó: "No tengo una bola de cristal" pero no había respiradores disponibles. La madrugada del jueves al viernes, tras 11 horas de dura lucha y gran valentía, dejó de respirar, sin tan siquiera una oportunidad.  Solo, solo y más solo, hasta en su entierro ayer domingo (por protocolo).

Cuando todo esto acabe -al menos moralmente- deberemos exigir responsabilidades a unos y a otros (a los de los recortes, a los que hicieron caso omiso a las advertencias y a los que creen que la vida de una persona mayor tiene menos valor que la de una joven). Mientras esta herida no cicatrice bien seguiremos demostrando nuestras miserias, nuestras grandes miserias como especie.

Te quiero, papá, allá donde estés.

Tu hijo.

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