"Para lograr la investidura de Pedro Sánchez, malquistar no es buena opción"

La estrategia que está siguiendo el PSOE con el objetivo de lograr la investidura de Pedro Sánchez parece más orientada a desgastar a sus principales adversarios políticos que a esforzarse por obtener los apoyos que necesita asumiendo compromisos explícitos. El objetivo de conformar un gobierno monocolor sin ataduras externas prevalece y, para ello, les dice a unos que lo apoyen para que pueda haber un gobierno progresista -palabra talismán y ambigua- y a otros que se abstengan para evitar que tenga que depender de los votos de diputados nacionalistas e independentistas.

Las maniobras de la formación socialista han originado tensiones internas especialmente en Ciudadanos -deserciones y contestación de miembros significados- y en la amalgama de grupos que conforman Podemos, cuestionando el liderazgo de Pablo Iglesias. En menor medida en el PP, partido que también padece las presiones de los que tienen prisa para que finalice la situación de interinidad del ejecutivo, a poder ser con un gobierno moderado.

El discurso socialista y las reuniones con un gran número de colectivos -que a lo sumo se traducen en declaración de intenciones y tomar nota, muchos a la vez es como nadie a la hora de concretar- parece ir dirigido exclusivamente a ejercer presión sobre aquellos a los que se les pide -exige- que den su apoyo, sin necesidad de moverse un ápice de la posición de partida, aunque se quiera dar la impresión de lo contrario.

Descubrí en un libro de Juan Manuel de Prada la palabra malquistar, la cual el diccionario de la RAE define como "indisponer o enemistar a alguien con otra u otras personas". Quizás malquistando Pedro Sánchez y su partido consigan lo que se proponen, pero es mal augurio para que la acción de gobierno se desarrolle en un clima favorable que redunde en beneficio del conjunto de los ciudadanos.