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El país de nuestros mayores

Un hombre con una pancarta a favor de la unidad de España, en la manifestación de este domingo en Barcelona.

Un hombre con una pancarta a favor de la unidad de España, en la manifestación de este domingo en Barcelona. / ALBERT GEA (REUTERS)

Tanto que nos quejamos de la mutilación parcial de l'Estatut por el Tribunal Constitucional y el 1 de octubre, con nocturnidad y alevosía, un Parlament medio vacío se cargó lo que quedaba de él, entre ello, estas frases maravillosas de su preámbulo:

"Catalunya ha ido construyéndose a lo largo del tiempo con las aportaciones de energías de muchas generaciones, de muchas tradiciones y culturas, que han encontrado en ella una tierra de acogida. Catalunya es un país rico en territorios y gentes, una diversidad que la define y la enriquece desde hace siglos y la fortalece para los tiempos venideros. Catalunya es una comunidad de personas libres para personas libres donde cada uno puede vivir y expresar identidades diversas, con un decidido compromiso comunitario basado en el respeto a la dignidad de todas y cada una de las personas."

Estoy convencido de que la futura Constitución catalana, al ser de parte, no tendría estas palabras. Y me dio una tristeza inmensa que no se reconociera el trabajo de mis padres. Y me dio rabia verlos a punto de llorar y con la voz entrecortada diciendo "nunca nos han querido, siempre hemos sido 'los otros'".

Y fui a la manifestación del 8 de octubre para defender lo que con mucho trabajo y sacrificio habían conseguido nuestros mayores. Porque en estas crisis siempre acaban perdiendo los mismos. Nunca esa burguesía acomodada sino los trabajadores que no llegan a fin de mes. Y fuimos muchos, gente como yo que en su vida se habría imaginado participar en una manifestación de este tipo. Y llenamos metros, trenes y calles.

Y por absurdo que parezca, comprendí a los independentistas. Me emocioné cuando vi a esa multitud bajar por Rambla Catalunya y paseo de Gràcia en ese ambiente desinhibido de color y de luz. Los comprendí cuando creen que todos piensan como ellos. Tenía la impresión de que allí estaba Catalunya entera. Entendí lo de la revolución de las sonrisas. Había niños, mayores, gente de todo pelaje y condición felices por haber podido expresar en libertad lo que en muchas ocasiones siempre se habían callado.

Y supongo que ahora nos tocará, como a los independentistas, mantener reuniones secretas, ir evangelizando por los pueblos, masacrar con mensajes de Whatsapp de la causa a los que no piensan como nosotros. Pero no soy así, creo que no somos así. Me identifico con una de las pancartas que leí: 'M'agradaria no haver d'estar aquí'. Me gustaría defender a Catalunya tal y como me enseñaron mis padres, con trabajo y esfuerzo, con libertad y respeto. Con amor. E ir a la Rambla sólo para tomarme un Martini blanco con el Tibidabo a la espalda mientras contemplo la luz de la ciudad más bonita del mundo, Barcelona

Por favor, respetad también a nuestros mayores, dejadlos morir en el país al que le han dado todo.

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