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Ser madre, mayor de 30 años y mujer, etiquetas incompatibles con el empleo
Mujer embarazada. / EL PERIÓDICO
Marina Monje López
En los últimos años he tenido que enfrentarme al miedo de verme sin ingresos, con un bebé y una hipoteca. Todo empezó cuando me quedé embarazada, la ilusión pronto se transformó en ansiedad. Por aquel entonces llevaba casi dos años trabajando en una empresa dónde te regalaban los oídos con un empleo a largo plazo. De la noche a la mañana, todo se fue al traste, y lo que era una estabilidad por años se convirtió en la pesadilla del desempleo. A la mayoría de mis compañeros los reubicaron pero claro, yo estaba embarazada de tres meses y según la jefa de recursos humanos "no estaba en condiciones".
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Ahí empezó una montaña rusa emocional a la que tuve que enfrentarme: miedo, frustración, impotencia... Pero tuve que afrontar la situación, recomponerme y asumir que no era menos válida por estar embarazada, así que aproveché la situación para seguir formándome, en vano. Pues al pasar los meses de baja, a cualquier oferta laboral a la que postulaba no llegaba más allá de la entrevista inicial: "Cargas familiares" se convirtió en mi nuevo eslogan profesional. Como si mi hija fuera una carga (más he aprendido de ella que de cualquier curso de formación).
Cada vez se complicaba más la situación, cada día pasado en el calendario agrandaba el vacío laboral y reducía mis oportunidades. Cuando mi hija cumplió un año al fin alguien desasoció su existencia como sinónimo de mi invalidez y me dio una oportunidad. El trabajo es limitado en horas, con un sueldo irrisorio y un horario excesivamente flexible pero para mí se traduce en "cotizar y llevar dinero a casa". Suficiente. ¿Es el trabajo de mis sueños? No, pero al menos no han inutilizado mis cualidades profesionales por ser madre, mayor de 30 años o mujer. Aun así, le robo horas al reloj y sigo formándome, otro máster, otro idioma, sumo y sigo, con el sueño de trabajar de lo que tanto he amado, como educadora o psicopedagoga, o con la esperanza de alcanzar, al menos, un puesto estable que me permita ver crecer feliz a mi hija y darle una vida digna.
La cualificación profesional no la dictamina el currículum, sino las personas.
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